Ya sé que no es momento de dar consejos para evitar el síndrome postvacacional, una especie de batacazo anímico al regreso, pero valen para el año que viene: a) renunciar a la felicidad en vacaciones, y conformarse con dos puntos sobre la que proporciona la pura biología (un amigo dice algo así en cosa de inversiones: son de riesgo las que superen dos puntos sobre la rentabilidad de las letras del tesoro); b) no liberarse por completo de preocupaciones, mejor elegir una que sea manejable y tenerla al lado en vacaciones, como un animal de compañía algo molesto; c) evitar fijarse tareas para solucionar asuntos pendientes, pues nunca se ejecutan y dejan como secuela una frustración que se añade al agobio de que sigan sin resolver.

Como esta terapia preventiva llegará tarde, la única curativa consiste en agarrar el toro por los cuernos sin pensar. Si nos pilla indolentes, la cogida es segura.