La realidad siempre llega. Llega el mes de junio con el suspenso de las matemáticas, insuficientemente atendidas durante el curso; llega el bebé cuando uno no ha puesto los medios para evitar el embarazo; llega el sobrepeso cuando se rompen los diques de la contención y se va dejando para mañana el ejercicio físico y la alimentación saludable; llega la ruina cuando uno pide un crédito aquí, otro allá, además de un préstamo personal al amigo del alma. Por llegar, llega la muerte si uno ha tenido la fortuna o la desgracia de nacer, depende. La realidad siempre nos alcanza, incluso cuando uno goza de posiciones de privilegio. Alcanzó a Urdangarin, alcanzó a Bárcenas, alcanzó a las autoridades andaluzas de los EREs, y está pisando los tobillos a personas que se creían blindadas.

La realidad nos siempre llega para mal, claro. Rafa Nadal, por ejemplo, disfruta ahora de una situación envidiable. Pero ha tenido que luchar lo suyo contra esa rodilla que parece de otro. Ha tenido que enfrentarse, suponemos, al desánimo, a la autocompasión, a la pereza. Fruto de todo ello, ahí lo ven, mordiendo copas. A veces, uno se pone a escribir una novela con disciplina y a los dos o tres años la acaba. Bienvenida esa realidad. En ocasiones, uno educa bien a sus hijos y le salen medianamente responsables. No queremos decir, no somos tan ingenuos, que el bien produzca siempre el bien y, el mal, el mal. De vez en cuando, el bien produce el mal y viceversa. Pero uno debe actuar, por principio, como si hubiera una justicia universal capaz de reparar las iniquidades. Por lo menos, se va más tranquilo a la cama.

Le viene ahora a uno a la memoria el triunfo electoral de Aznar en 1996 y recuerda a las bases del PP gritando bajo el balcón de Génova, para complacencia de sus dirigentes, aquello de «Pujol, enano, habla castellano». Significaba que había ganado las elecciones un partido profundamente anticatalán que a lo largo de estos años no ha dejado de dar muestras de su antipatía hacia esa región. Pues bien, parece que la realidad ha llegado en forma de cadena humana provocando una situación a la que Rajoy, el mismo que recurrió al Constitucional el Estatut, ha de dar una respuesta política. Todo, en la vida, es cuestión de tiempo.