Estábamos acostumbrados a pensar en niños pobres y hambrientos como algo que ocurre en África. Pero unos dos millones doscientos sesenta y siete mil niños vivían por debajo del umbral de la pobreza en España al cierre de 2011, según ha revelado el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef). Esa cifra representa 80.000 niños más en esa situación que en 2010.

A partir de los datos correspondientes al pasado año, publicados por Eurostat (oficina estadística de la Unión Europea), Unicef fijó la tasa de pobreza infantil en 27,2 %, frente al 26,2 % que reflejó su informe de mayo pasado. «La nueva cifra de Eurostat confirma la tendencia anunciada en dicho informe, donde se advertía de que la infancia se ha convertido en el grupo de edad más afectado por la pobreza en nuestro país», subrayó la agencia. Por primera vez en España, la pobreza tiene rostro de niño, señaló la directora de Unicef en España, Paloma Escudero, durante la presentación del citado documento, titulado La infancia en España: el impacto de la crisis económica en los niños.

De acuerdo con la referencia, existen 760.000 hogares con menores en los que todos sus miembros adultos están sin trabajo, 46.000 más que hace un año. Además, hay un 14,4 % de infantes que viven en moradas con un índice de pobreza alta, en contraste con el 13,7 % registrado en 2010. Para Unicef, esta actualización estadística resulta especialmente relevante, en un momento en el que se tramitan en el Parlamento los Presupuestos Generales del Estado para 2014.

Las medidas de austeridad adoptadas en los últimos años, unidas a las proyectadas en las cuentas públicas, inciden directamente en partidas cruciales para la infancia, como las correspondientes a servicios sociales, educación. De modo que los niños y los jóvenes españoles van a pagar los desafueros y delitos de la élite financiera, protegida y subvencionada por los políticos.

Una consecuencia importante es la emigración. Los españoles han abandonado su país por miles en los dos últimos siglos. El exilio fue una emigración forzosa que siguió a la finalización de la guerra civil porque los vencedores fueron muy intransigentes en la postguerra y se comportaron muy duramente con los vencidos. Pero las principales emigraciones españolas fueron causadas por la pobreza y la falta de trabajo. Gallegos, canarios, extremeños, andaluces salieron del país en búsqueda de un pan que se les negaba en su tierra. En el siglo XIX marcharon preferentemente a Iberoamérica. En los años cuarenta, al fin de la guerra civil, el mundo rural se despobló. Muchos fueron a las ciudades españolas pero casi medio millón marchó a una Europa pujante, a Francia, Suiza o Alemania.

Las cosas son hoy algo distintas. El paro abrumador afecta sobre todo a los jóvenes „más del 45 % ni trabaja ni estudia„ y se ha vuelto a reproducir una emigración para sobrevivir. La diferencia es que los emigrantes jóvenes son hoy educados, muchos con título universitario y ponen al servicio de otros países la formación, las capacidades que aquí les pagamos en su día. Ya hay más de cuarenta mil jóvenes españoles trabajando en Europa, algunos en sus profesiones, muchos en trabajos que los locales no hacen como ocurre siempre en las emigraciones.

Padres y madres se duelen de esta ruptura de la familia, de este desamparo de las siguientes generaciones que ni la política ni la economía españolas saben resolver. Las nuevas generaciones prefieren abandonar un país que no les da oportunidades y buscarse la vida fuera de España.