Sé que es lunes de fallas, un tiempo para la levedad, pero el diputado Ferraro dice cosas muy raras y solemnes en las Corts. Anteayer, como quien dice, defendía la necesidad de que su partido (PP) asistiera a congresos no eucarísticos donde uno podría aprender de ponencias que hablan de «la solución del problema homosexual» o sobre «la auténtica mujer: redescubriendo la vida en casa» o sobre «la auténtica lengua: origen no indoeuropeo del apitxat». Hay quien está en las Corts como podría estar tumbado en un diván o sentado en un pupitre copiando cien veces «no diré maricón al compañero» o «la jefa de estudios también es mujer».

El otro día, Castellano, conseller de la casa, dio una conferencia y, en la línea de la docta ignorancia que defienden en la diputación, dijo: «Si defender las señas de identidad, la Senyera o nuestra lengua valenciana, es una demostración de incultura o ignorancia, me declaro solemnemente inculto e ignorante». Reconozco que semejante nadería es una invitación al silencio y que ese redoble de tambores es un alboroto que ya no congrega a ninguna tropa, pero igualmente reconozco que ese «solemnemente» que transita entre la fanfarria verbal de la frase de Serafín, posible herencia de la mortal seriedad de Camps, a quien tanto le gustaba tocar esas castañuelas, me saca de quicio, me desquicia. Asociar la «solemnidad» a la ignorancia o a la incultura no puede hacerse más que con intención ponderativa, al modo en el que a veces decimos «solemne majadería o tontería o disparate». Él sabe que «defender nuestra lengua valenciana» es hablarla y que atribuirle unos orígenes íberos o austro-húngaros y una espúrea genealogía ajena a lo que la ciencia demuestra y el sentido común muestra no es defender una lengua, sino un punto de vista equivocado e interesado: pura ideología al servicio de la clase política dominante. En fin: ¡qué le voy a decir yo que no sepa y practique con provecho! (nota: ¡que alguien me pinche la pomposidad, por favor!).

Algunos convirtieron la «línea de sombra» de la imputación en una «línea roja» de la que quisieron sacar crédito: «imputados, ni uno», dijeron, optando por la posible injusticia frente a la segura vergüenza. Lo que no sabíamos es que lo que en su día se defendió y vendió como ejemplo acabaría en pitorreo. Así, el linier Fabra le dice a la imputada Castedo un domingo temprano en Alicante: «Ahí estaremos todos apoyándote», y, cinco días después, puntualiza que el apoyo era al embarazo. Es decir, que el «apoyándote todos» era un «empujar en el parto». Eso sí: yo a Rita Barberá la veo donde ella quiera estar, preferiblemente en el balcón de l´ajuntamiento (todo sic).