En el año 1996, con motivo del Congreso de la Unión Internacional de Arquitectos celebrado en Barcelona, el periodista Ramón de España comentaba desde su columna un paseo por la Rambla del arquitecto Oriol Bohigas: «Así pude comprobar que Bohigas no camina como los demás. Para empezar va siempre por el centro de La Rambla. Siendo este un paseo que se adapta al estado anímico del ciudadano (si estás muy bajo de moral vas por las aceras laterales, pegado a los edificios), cabe deducir que Bohigas tiene siempre la autoestima muy alta. (...) De vez en cuando, levantaba la mirada y la plantaba en un edificio que podía (o no) recibir su aprobación. Rara vez se fijaba en la gente con la que se cruzaba, reflejando en ese desinterés la tolerancia del que no puede aprobar una a una a las personas a las que ha permitido instalar la tienda de campaña en su jardín».

Hace mucho tiempo, recién declarada la ciudad como Conjunto Histórico, el Ayuntamiento de Valencia nos hizo creer que creía en la recuperación de sus valores ya amparados legalmente por el planeamiento. Se advertía un cierto interés en las cuestiones relativas a dichos valores, como la estética urbana y el llamado ornato público. Ahora se les prestaba atención con cierto mimo, hasta el punto en que los cambios se percibían agradablemente por el ciudadano atento a los detalles.

Esto se consiguió, no por la colaboración forzada de dos instituciones que nunca se han llevado bien, sino por el tenaz esfuerzo de dos funcionarios, uno por cada administración implicada „Josep Mª Sancho por la Generalitat Valenciana y Pedro Soler por el Ayuntamiento„ embarcados en la tutela del buen hacer arquitectónico. Arquitectos que, como Bohigas, sentían la ciudad como suya porque la amaban, y su trabajo se percibía como una pasión, no como un deber administrativo. Marquesinas inadecuadas, huecos modificados, rótulos corporativos de comercios y oficinas ignorantes en tamaño y proporción del soporte arquitectónico que los sustenta... Algo comenzó a cambiar.

En los últimos meses asisto perplejo al cableado en superficie para telefonía y datos en las fachadas de los edificios del Eixample sin ningún recato. El área forma parte de ese Conjunto Histórico protegido. Las empresas instaladoras no dudan en grapear los cables y cajas de conexión sobre impostas, molduras, recercados y balcones; hasta se permiten cruzar de una manzana a otra sobrevolando las calles, como hacen los falleros.

A los de telefonía, cada vez más numerosos, se agregan otros cables de suministro eléctrico, semáforos, cámaras de vigilancia... Todas estas instalaciones están reguladas o prohibidas por la normativa y, aunque no lo estuvieran, las más elementales reglas de racionalidad y sensibilidad estética desaconsejan estas prácticas. Es cuestión de buen hacer, de meditar las acciones antes de improvisar, nuestra seña de identidad más tópica.

La disposición de los brazos del alumbrado público es otra de las incongruencias más incomprensibles que practica nuestro ayuntamiento. Señalaré tan sólo tres aspectos: el anacronismo que supone la utilización de un modelo único (llámese fernandino, isabelino o no se sabe qué) en todas las calles, con independencia de que su fecha de nacimiento sea 1890 ó 2001. Su escala, en la que brazos y luminarias son mayores que los propios huecos de fachada y cuya altura supera con frecuencia a las barandillas o los antepechos de los balcones. Finalmente, su ubicación improvisada bien sobre el plano de fachada, bien sobre cuerpos en voladizo como los miradores, en una misma acera, y que produce la desagradable percepción de alineaciones quebradas en calles perfectamente rectas.

Hay muchos más, y todos ellos contribuyen a fomentar una imagen tercermundista de la ciudad, sometida a los intereses privados de las compañías, los instaladores, o los individuos desaprensivos o meninfotistes. Desgobierno institucional. No hace tanto, se obligó a la compañía Ono a enterrar las líneas de distribución en nuevas zanjas bajo aceras y calzadas para evitar lo que ahora mismo se consiente. ¿Acaso, en breve, las compañías de gas o agua potable, por poner ejemplos, podrán disponer sus instalaciones grapeadas a las fachadas cuando precisen renovarlas?

Gracias a los tres, colegas.