Con las palabras del título de esta columna resumió John Hoffman el denominador común de los premiados en el Mobile World Congress celebrado en Barcelona. El consejero delegado de la asociación organizadora resumía así los requisitos básicos para estar en la vanguardia de la innovación tecnológica. Reunir no sólo a las empresas y emprendedores más importantes del mundo de las tecnologías de la información y comunicación, sino también a personalidades como Jimmy Wales, fundador de Wikipedia; Sundar Pichai, vicepresidente senior de Google; Mark Zuckerberg, fundador de Facebook o John Cleese, miembro de los Monty Python y reputado escritor, demuestra también el pensamiento dinámico y creativo de una ciudad que ha sabido adaptar e innovar su modelo ferial situándolo en las más altas cotas del prestigio internacional.

No caben comparaciones, siempre odiosas, pero sí algunas reflexiones que debieran propiciar la modificación de algunas conductas tanto en el sector público como en el sector privado, con especial mención a las entidades de representación empresarial. En la Comunitat Valenciana llevamos prácticamente veinte años con un encefalograma generador de nuevas ideas bastante deteriorado. Salvo algunas iniciativas de mecenazgo como las promovidas por Juan Roig, el talento, la creatividad y el dinamismo de los valencianos no se ven liderados y apoyados en la dirección del modelo de país al que pretendemos llegar. ¿Conocemos adónde queremos llegar?

Frases manidas, huecas y vacías, como que hay que remar en el mismo sentido porque vamos todos en el mismo barco, o soflamas populistas alardeando de nuestro bienestar actual, no hacen más que poner de manifiesto la ignorancia del navegante que sin cartas de navegación, destino de la singladura y sin rumbo, pretende superar las dificultades apelando a la buena voluntad de los remeros. Es necesario y urgente conocer medidas concretas después de debatir el modelo de sociedad valenciana que queremos para el futuro que nos toca a la puerta.

Hay que dejar a un lado el miedo al debate. No es una tarea fácil y más cuando la desafección ciudadana se ve alimentada por una falta de total explicación de las causas y responsables que nos han llevado a la situación y sensación de desamparo en que vivimos. Y no es solo el desamparo asistencial de todo aquel cuya preocupación principal es comer cada día. Existe a nuestro alrededor otro tipo de desamparo, si no más urgente sí más importante, que es el desamparo de la duda permanente, de la incertidumbre creciente, del estado de ánimo que yugula el pensamiento dinámico y creativo de nuestra gente con talento.