Sin duda la fiesta de Fallas, con sus bellos monumentos de madera y cartón, mas la alegría colorista de sus pasacalles, es lo que mejor define el carácter valenciano: extrovertido, alegre, ingenioso, artístico y hasta religioso. Aunque, cuando fue creada por el "Gremi dels Fusters", la cualidad de lo religioso era irrelevante por más que el mismo "Gremi" decidiera en 1497 cambiar a San Lucas, a quien había elegido como patrón, por San José; ya que, en buena lógica, era más propio que la protección del gremio de la madera estuviera en manos de un santo carpintero, que de un médico como San Lucas. Sin embargo, en los muchos artículos publicados sobre la historia de nuestra fiesta, nunca he visto reconocido que tres grandes arzobispos y una extraordinaria santa influyeron en su realce. Nada menos que Santa Teresa de Jesús y los arzobispos valencianos San Juan de Ribera, Marcelino Olaechea y Agustín García-Gasco. Antes bien, suele afirmarse que no se conoce con seguridad su origen o éste se halla en las fiestas Saturnales de la antigua Roma. También que se denominaban así las hogueras que se encendían en nuestra ciudad para alguna celebración festiva, como "les falles en honor del gloriós Sant Vicent Ferrer"; y más tarde, con la aparición de los gremios, las montadas por el de carpinteros a final de invierno ante sus talleres, para quemar los parots y desechos de material utilizado en sus trabajos durante el año. En una operación de limpieza.

Pero no hay que remontarse tan lejos. Porque en 1609, el gran arzobispo de Valencia, San Juan de Ribera (1569-1611), de noble linaje y tan identificado con lo valenciano que se le otorgó la ciudadanía valenciana, compuso a San José una misa propia para el día de su fiesta, sustitutiva de la "común de los santos" que se le venía celebrando sin otro especial relieve. Disponiendo, además, que su festividad fuera de obligado cumplimiento en todo el Reino valenciano, asegurando así la concurrencia de la gente libre de obligaciones laborales. Sin olvidar, en esta inspirada innovación, la influencia que ejerció en el arzobispo Santa Teresa de Jesús , impulsora en España de la devoción a San José a través de los muchos "conventos San José" carmelitas por ella fundados desde 1562. Ya que también en Valencia quiso fundar uno en la "Ciutat Vella", tratándolo con el arzobispo; pero no aceptó las condiciones de sometimiento a la autoridad eclesiástica que le imponía. Ella quería su independencia. No obstante, en el tiempo que negociaron logró prender en el prelado tal entusiasmo por la devoción a San José, que se tradujo en su exaltación de la fiesta.

Tres siglos después, otro arzobispo de grato recuerdo para los valencianos que lo tratamos, Marcelino Olaechea (1946-1966) -hoy en proceso de beatificación- no de noble linaje, sino de clase obrera; pero Medalla de Oro por la gran obra social que llevó a cabo con la edificación de varios grupos viviendas para gente modesta, también promovió otra espectacular integración en la fiesta fallera con la ofrenda de flores de todas las comisiones falleras a la patrona, Ntra. Sra. de los Desamparados (1947). En un principio, depositados los ramos ante su altar en la Basílica; luego, al resultar insuficiente para acoger tanta flor, fuera del templo alrededor de una colosal imagen de la Virgen confeccionada con los mismos ramos al tiempo de serle ofrecidos.

Finalmente, más cercano en el tiempo, el admirado Agustín Garcia-Gasco (1992-2009), creador en Valencia de la Universidad Católica. También incorporado a la historia de las Fallas por su decisión de celebrar la misa oficial de San José en la catedral, con asistencia de la Fallera Mayor, Corte de Honor, Junta Central Fallera y autoridades. Misa que anteriormente tenía lugar en la Iglesia Parroquial de San José de Calasanz (PP. Escolapios de calle Carniceros), por razón de pertenecer a ella el "Gremi dels Fusters", por su ubicación.

Y aún cabría en el futuro más innovaciones en lo religioso. Como que una imagen de San José acompañase a la de la Virgen en el acto de la ofrenda, en homenaje de Valencia a la Sagrada Familia. Pues en palabras de Benedicto XVI en nuestra ciudad en el V Encuentro Mundial de 2006, "la familia es patrimonio de la humanidad, porque a través de ella se prolonga la presencia del hombre en el mundo".