Las noticias que nos llegan, gracias a las informaciones de la prensa, nos dejan pasmados. Como me dice un estudiante que desayuna antes de irse a la universidad, «¿qué se podía esperar?». Nos referimos, él y yo, a los gastos dispuestos por los ejecutivos, del Ayuntamiento de Valencia o de la Generalitat Valenciana, disponiendo de los caudales, aunque estén en funciones y tanto uno como otra, siendo los dos más votados, se van a ir y no se van a quedar a dar la cara. Como sucede con De la Riva, en Valladolid, que ha consignado gastos y ha firmado contratos valederos hasta 2019.

Rita Barberá se despide como Catalina la Grande, repartiendo el aguinaldo «por la productividad». No lo dudo, si es cierto que tras comprar trituradoras hace un mes, han estado sacando humo jornada tras jornada, sin descanso. La generosidad con el dinero público mientras han recomendado recortes, austeridad y miseria a los demás, es de una desvergüenza total. Como dicen los valencianos: «Ni tenen vergonya ni la coneixen» (y además, hay 70 millones de euros del pasado año, pendientes, junto a esos 800 millones de deuda que señala José Parrilla). Y no olvidemos la deuda de los 1.100 millones de Feria Valencia, de cuyo patronato esta señora es presidenta.

Y el ínclito Alberto Fabra, que se hacía el inocente, el barón de las líneas rojas, ha conseguido un milagro en esta semana de provisionalidad, al arrancarle a Montoro más de 700 millones de euros para disponer de ellos por adelantado (no iban a llegar hasta el próximo mes de julio). Así que los entrantes, sean quienes sean, van a pasar penurias, durante el trimestre o semestre preelectoral sin poder destinar el dinero a otras prioridades y no se apuntarán ni una. Se van arrasando, como han arrasado (me cometan que la escalofriante deuda de la Generalitat Valenciana puede alcanzar los 40.000 millones de euros). Si eso no es el atraco del siglo al tren pagador de la Generalitat es que equivale a un golpe desde dentro a la institución (pero lo grave, oiga, es silbar, no socavar los cimientos impidiendo hacer política y disponiendo del erario como de una finca privada).

Han desvalijado las instituciones, endeudadas hasta la médula, han hundido (José Luis Olivas era presidente y del PP) tres entidades financieras, han llevado a la ruina a la Ciudad de la Luz y Terra Mítica, deben 1.000 millones o más de RTVV ¿No esto el atraco del siglo? Es imposible que se vayan de rositas: hay malversación, tráfico de influencias, administración desleal. Cuando no hay comisiones como en el caso de Imelsa o del exconseller de Governació, Serafín Castellano. Y no diremos lo de Emarsa. La otra, la otra, que no presentó nunca denuncia contra Crespo. ¿A qué huele? A lodos. Y nos cuentan que esos y la Gürtel son manzanas podridas. Qué pudridero.