No por esperable deja de ser importante resaltar la mayor facilidad del PSOE en pactar con la derecha dialogante, es decir C´s, que con la izquierda más o menos radical. El PSOE, en las últimas décadas, ha mostrado con claridad un perfil de izquierdas en lo social y de derechas en lo económico; lo cual no deja de ser contradictorio, pues una apuesta no cosmética por lo social obligaría a ejercer políticas económicas de izquierdas. Por lo demás, es evidente que Pedro Sánchez se encuentra más cómodo con Albert Rivera, que no necesariamente considera al PSOE como su principal enemigo, que con Pablo Iglesias, que siempre ha tenido claro que era su objetivo a batir. Y claro, la escenificación pública de las condiciones que imponía Iglesias para pactar con el PSOE, flanqueado por su familia cercana de ministrables, no deja de ser disuasoria. Lo que más daña al Podemos de Madrid, más que los contenidos, es la forma de plantearlos.

Pero no quedan ahí los problemas del partido morado. El descenso en sus expectativas de voto en las últimas encuestas se debe, a mi juicio, a dos factores. En primer lugar, a la conocida tendencia al enfrentamiento interno de la izquierda entre las posturas más radicales „las que, por cierto, motivaron la creación del partido„ defendidas por Anticapitalistas, y las más moderadas a la que ha ido virando, con fluctuaciones, el partido ante las primeras expectativas de gobierno, hoy difuminadas.

Pero desencantar a las bases fundacionales resulta siempre peligroso. Al igual que insistir en que el partido hace lo que quiere «la gente», agrupada en círculos de modelo asambleario, y luego ejercer principalmente un poder de élite madrileña. ¿Dónde queda ahora la fuerza de los círculos, su capacidad de opinión directa? En este contexto de referencia, el caso valenciano de Podemos es un buen modelo de diálogo y de facilitar pactos que permiten gobernar, sin verse por ello condicionados en su postura crítica. Un ejemplo a imitar. No está mal que Valencia se cite también como ejemplo de pactos viables, y no sólo por casos de corrupción.

Por lo demás, el momento político del Estado español, con la necesidad de reformar a fondo la Constitución y ante el cuestionamiento del modelo autonómico, nos conmina a una dinámica de pactos a modo de una nueva transición, donde es imprescindible ceder en purismo programático para llegar a acuerdos de mínimos, incluida la investidura de un presidente que sepa dialogar a varias bandas. Un Adolfo Suárez actualizado que, hoy por hoy, no tenemos.