Uno de los factores que conviene tener en cuenta en la elección del centro educativo para nuestros hijos, sobre todo en edades infantiles, es la fiabilidad que nos ofrece el comedor escolar. De un día para otro dejamos de tener el control de su alimentación y, en muchas ocasiones, este proceso nos genera ciertas inquietudes. Por esta razón, cuando nos aproximamos a un colegio para valorar si reúne las mejores condiciones para la enseñanza de nuestros pequeños debemos tener muy en cuenta, además del plan de estudios, el buen funcionamiento del comedor escolar ya que los buenos hábitos alimenticios que adquieran van a ser medulares para su crecimiento y salud.

Los centros docentes que mejor nota consiguen en su puesta en escena alimentaria son, en primer lugar, aquellos que cuentan con cocina en sus instalaciones. Si al mismo tiempo que asumen el control de la elaboración propia del menú escolar, toman en consideración el desarrollo de una dieta nutricional equilibrada rica en frutas y verduras, prescrita y supervisada periódicamente por un especialista en nutrición, tenemos que saber que estamos ante un colegio que ofrece garantías sustanciales para el bienestar integral de nuestros hijos.

Sin embargo, aún se pueden dar algunos pasos de mayor exigencia en busca de conquistar la excelencia alimentaria. De este modo, un punto destacado merece el control de alérgenos. Por eso es conveniente que el centro cuente con una cocina específica para preparar la comida relacionada con las intolerancias y alergias alimentarias. Así, se minimiza al máximo la contaminación cruzada en este tipo de menús.

Por otra parte, la confianza que un colegio tiene puesta en su cocina, le lleva a consentir que cualquier día del año los padres puedan comer con sus hijos. Este, sin duda, es un buen método para asegurarse de que están bien alimentados y desmitificar que la comida del colegio no puede ser como la de casa. Los colegios que proponen esta acción tienen una gran acogida entre padres y alumnos.

Otro ingrediente que indica que estamos ante un comedor comprometido con el alumnado se refleja en la calidez del espacio en el que se desenvuelve la comida. Una atmósfera agradable ayuda, sobre todo a los más pequeños, a adaptarse de manera sencilla al nuevo hábitat. Por ello, debemos tener en cuenta que elementos adicionales como una decoración y un diseño atractivo de los comedores, separados por edades, o una forma de situar las mesas y las sillas de forma circular para que haya mayor integración entre los comensales, son detalles que motivan a los estudiantes ya que obtienen una predisposición psicológica más activa en el tiempo de la comida.

Así mismo que un equipo de profesionales supervise constantemente las mesas garantiza que la comida se desarrolle correctamente tanto con los más pequeños como con los adolescentes. Este equipo humano es fundamental en la detección temprana de trastornos alimenticios para poder dar la voz de alarma a profesores y padres, de forma que podamos intervenir al encontrarse en esta fase inicial.

Otro factor que tenemos que contemplar a la hora de evaluar la vida saludable de un colegio es la educación que reciben en las aulas sobre esta materia. Por ello, desde edades muy tempranas es oportuno que los alumnos reciban información sobre los ingredientes que componen una dieta sana, que aprendan a describir la energía que les proporciona la comida, que se les ayude a diseñar platos saludables y a asimilar las consecuencias de una alimentación poco rigurosa. Así mismo, los colegios deberían promover con firmeza el deporte como medio complementario a la alimentación para mantener hábitos ventajosos en la salud de los alumnos.