Diversas investigaciones han emitido varias conclusiones respecto al calor antropogénico emitido en diferentes ciudades según el tipo de urbanización del suelo. En las ciudades compactas, como por ejemplo las ciudades europeas, que tienen una elevada densidad de población y un alto uso de transporte público, tenemos pocos lugares de estas urbes que no están comunicados con el centro mediante autobuses o metros. Así, hay una menor emisión de calor antropogénico, generado especialmente por los automóviles, que en ciudades dispersas „como las ciudades americanas, que son muy extensas„ donde el peso del transporte público es menor y donde hay un mayor uso del automóvil, se produce por tanto una mayor generación de calor antrópico. Se han creado índices, llamados «sprawl indexs», que analizan la dispersión o concentración de una ciudad, que han correlacionado la variación de la temperatura con las series térmicas urbanas, y se ha observado cómo en ciudades dispersas hay un incremento térmico más elevado en sus series que en ciudades compactas. Esto favorece en primer lugar la isla de calor urbano, lo cual incrementa las necesidades de refrigeración de las viviendas. En segundo lugar, es un factor negativo para disminuir a los efectos del cambio climático ya que las ciudades dispersas tienen unas tasas de incremento térmico más elevadas que las poblaciones compactas.

La conclusión de los expertos es que, en el presente y en el futuro, se debería proponer la ciudad compacta como modelo de ciudad sostenible. Esta urbe es menos perjudicial para el cambio climático antropogénico respecto a la ciudad dispersa.

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