La Europa ilustrada se ha indignado ante la victoria de Donald Trump (con menos votos que Hillary Clinton, pero con el sistema electoral a favor). Se pregunta: «¿Cómo es que los americanos no nos hicieron caso? ¿Por qué no han seguido nuestras recomendaciones?». Todo es desolación. El resultado electoral de Estados Unidos genera incomprensión en la Francia de Le Pen y en la Italia de Silvio Berlusconi y Beppe Grillo. ¿Cómo es posible „se preguntan los italianos„ que un país tan serio se deje gobernar por un magnate machista con salidas de cómico televisivo? También se percibe un gran disgusto en la España, que insiste en ser gobernada por un partido globalmente imputado por financiación ilegal. Desde la izquierda populista se acusa a Trump de populismo y desde la izquierda desatada se lamenta la carencia de carisma de Clinton. Naturalmente, en la Cataluña del independentismo milagroso se lanzan gestos de desprecio hacia este personaje que lo quiere resolver todo a golpes de patriotismo y de apelaciones al «nosotros sólo». Preferían la alternativa, viva encarnación de la alianza entre el capitalismo financiero especulativo y el alto funcionariado de la política y las administraciones.

Una Comisión Europea que manda sin que nadie la haya votado se preocupa por la decisión democrática de los transatlánticos, que con el precedente del brexit puede generar una corriente de contagio capaz de llevar hasta el poder alos partidos más eurófobos de los estados miembros. Al fin y al cabo, algunos están bien cerca. Europa, esta Europa que ha levantado muros contra los refugiados y los ha enviado a Turquía para que sirvan de mano de obra barata en la fabricación de ropa y electrodomésticos para nuestras tiendas, esta Europa está escandalizada por el muro que Trump quiere levantar en la frontera mexicana. La Europa que no sabe o no quiere tener política exterior común tiene miedo de que Trump se entienda con Putin. La Europa incapaz de avanzar en la integración lamenta el aislacionismo del nuevo presidente y tiembla ante el peligrode que retire su paraguas de protección militar.

Quizás ahora Europa no tendrá otro remedio que entenderse con ella misma para sobrevivir. Quizás no puede aplazar más la decisión sobre lo que quiere ser, si es que quiere ser algo. O quizás no sabe lo que quiere.