Detesto cualquier moda. Lógico si uno lee a Cioran o Nietzsche, filósofos nada modernos y anti-moda, como este servidor. Cuando alguien me recomienda un libro o cualquier otra ocurrencia, pierdo automáticamente el interés si añade énfasis aduciendo que «está de moda». Las modas son rebaño y quien esto firma ni lo es ni lleva intención de serlo. Jamás he formado fila en ninguna feria del libro porque mis tótems literarios se alejan de la masa, hábiles en recoger tiques para conseguir la dedicatoria de un Albert Espinosa, por ejemplo. Las modas conllevan altas dosis de baratura, nula ética y estética. Nadie me acuse de esnob, pues, justamente, nada hay más elitista que las modas. Quienes me siguen -si acaso los hubiere- saben de mi espíritu a contracorriente, anárquico y antisistema.

La tiranía de las modas impone una normalidad artificiosa, expulsa del paraíso de la falsa realidad a quienes respiramos al margen de ésta. En ese sentido, somos marginados y a mucha honra. A mí me estimula lo marginal. Soy ese tipo de espécimen que anota ideas en el margen de los libros, hábito nada en boga y toda una rareza para la algarada de lectores de autores de moda. Una muchedumbre, por cierto, ruidosa, sumisa, conformista. Me enteré de que los organizadores de una firma de discos de Fangoria impusieron el tiempo a su séquito de admiradores, algunos en cola durante nueve horas o más. Una media de cinco segundos por persona o grupo y la fotografía a cargo del profesional oficial, pues las cámaras particulares ralentizan el asunto. ¿Cómo permiten tanta ignominia sus fanáticos? ¡Este menda considera irrisoria y patética tanta mansedumbre!

La última moda a la vista consiste en pantalones de barro -que simulan estar manchados- a un precio de 400 euros. Se trata, dicen, de «los jeans estrella de esta primavera». No sé si encerrarán a alguien por idear semejante horterada. Si de algo no cabe duda, es de que serán un éxito de ventas, la sensación de la temporada, próximo drama entre adolescentes y progenitores, mezquinos unos y otros, porque, finalmente, gastarán un dineral en otra maldita y cutre moda. Agregan asimismo su individualidad a la grey. Cosa de moda.