Cuando estudiamos la evolución de los valores de la sociedad, es inevitable mirar hacia los años sesenta del pasado siglo. A la década completa y no solamente a la explosión, en 1968, de todo de lo que había estado en efervescencia desde mucho antes: organizaciones clandestinas y subterráneas, brotes intermitentes de protestas e innumerables pequeños gestos individuales.

Entre estos últimos, que ahora pueden ser enhebrados en una historia común, recuerdo la desaparición de un joven de 18 años de un pueblecito de una provincia del interior. Nadie quería hablar de ello, pero todos murmuraban en corros. Pasaron años sin tener noticias suyas, hasta que un día apareció con su pareja. «¡Era marica!». Para unos fue la revelación de un escándalo mayúsculo que» ya» habían predicho; para la generación joven un viento (Al vent; Blowin´in the wind) que venía cargado de una lluvia de músicas frescas y de las libertades de la gran ciudad.

En la otra parte del mundo, en Nueva York, el 28 de junio de 1969 estallaban los disturbios de Stonewall Inn que se conmemoran hoy. Sus protagonistas reclamaban tolerancia y se sentían orgullosos de ser como eran. Y, desde entonces hasta hoy, el movimiento por los derechos LGTB no ha cesado de crecer hasta convertirse en un fenómeno global (World Pride): contra los prejuicios, orgullo y tolerancia.

La reciente Encuesta de Valores de la Comunitat Valenciana, presentada en presidencia de la Generalitat el pasado día 19, permite estudiar precisamente cómo han cambiado nuestros valores en las últimas décadas. Aprovechando la fiesta del Orgullo Gay extraeremos algunos datos sobre libertades civiles, estilos de vida y diversidad sexual.

En la citada encuesta se pregunta a las personas entrevistadas qué valores consideran que se debe enseñar a niñas y niños durante su socialización familiar. En el listado que se ofrece para puntuar, hallamos valores que indican conformidad institucional y normativa (obediencia, sobriedad y ahorro, fe religiosa), valores referidos al logro personal (independencia, responsabilidad, imaginación) y otros relacionados con la interacción social (generosidad y tolerancia). El valor que suscita el mayor consenso es el de tolerancia y respeto hacia los demás. Un 84% de la población encuestada lo subraya. En cambio, la sobriedad y la fe religiosa ocupan las últimas posiciones con un 17 % y un 10 %, respectivamente, de apoyos.

¿Qué evolución se ha producido en la Comunitat Valenciana? En la Encuesta Mundial de Valores aplicada en 1995, los resultados fueron un 22 % para la fe religiosa y un 19,5 % para la sobriedad. La fe religiosa se ha desplomado. En cuando a la tolerancia y respeto, ya era el valor hegemónico con un 83 % de acuerdos.

Pero la encuesta de 2017 arroja un dato más significativo. Cuando se propone valorar la afirmación «los gais y lesbianas deberían tener libertad para vivir como quieran», logra un acuerdo de un 85 %. Solamente un 8 % se muestra muy en desacuerdo o en desacuerdo. En lógica correspondencia con esta toma de posición a favor de la tolerancia en aspectos relacionados con la diversidad sexual y los estilos de vida personales, también se produce una alta justificación de la homosexualidad y del divorcio (7,8 sobre 10) así como de las relaciones sexuales antes del matrimonio (7,9 sobre 10).

Aunque sean prácticas que suscitan un amplio consenso social y, por tanto, puede decirse que responden a pautas transversales, las variables ideológico-políticas y religiosas juegan un papel diferenciador muy relevante. La mayor aceptación siempre se da entre personas de izquierda y entre quienes no profesan ninguna religión. A la inversa, la menor aceptación se da entre personas de derechas y que practican religiones distintas a la católica. El catolicismo popular se ha impregnado de secularización y se ha adaptado a la sociedad plural.

Las posiciones también experimentan cambios en función del sexo y la edad. Y lo mismo cabe decir del nivel educativo y la clase social. Las generaciones más mayores son las que presentan porcentajes y tasas medias más bajas de justificación; que, a su vez, suelen ser personas con niveles educativos más bajos.

Así, pues, junto a la ideología y la religión, tiene un papel relevante la edad. Todo ello, permite concluir que el relevo intergeneracional juega y jugará un papel muy relevante en esta revolución silenciosa hacia formas de vida más tolerantes y respetuosas de los derechos humanos. Pero, como no se trata de un mecanismo automático, las instituciones públicas y los movimientos sociales deberán seguir apostando por la igualdad, por la tolerancia y el orgullo.