«Els humils sembraren i somniaren/ els assolats forjaren l´endemà/ els despullats vestiren l´esperança/els altívols pastaren la supèrbia/ els violents i els guerrers inventaren la mort/ Així nasqué la pàtria». Matilde Llòria (Meditació- 1960, 1903)

La inestabilidad perjudica al País Valenciano e inquieta a la Unión Europea. El trasfondo del contencioso catalán es similar a las reivindicaciones valencianas frente el Gobierno español, con diferencias. Una notable, es que aquí se mantiene, hace tiempo, la tesis de que si no hay financiación suficiente, se devuelven las competencias (Gregorio Martín, dixit). Mientras los catalanes plantean asumir impuestos, pagarse los gastos y responsabilizarse de su futuro, desde la independencia. Este enfoque,con claroscuros, se ha exacerbado desde la torpeza y la ignorancia de quienes piensan que interpretando las leyes a su manera, pueden imponer su voluntad.

No se resuelven las diferencias sin ponerse en el lugar del otro. No es equiparable el respaldo de siete (Catalunya) que de cuarenta y seis millones (España) de ciudadanos. Quienes detentan el poder estatal no son intocables y padecen crisis de debilidad. Los valencianos, alejados de las coordenadas catalanas y de su voluntad de ser, hemos de soportar la sumisión al Estado para llegar a final de mes y poder pagar las facturas. El conseller d´Hisenda, Vicent Soler, sabe bien de su peregrinar al ministerio de Hacienda, que manipula Cristóbal Montoro para, mantener los niveles de autogobierno, tragando con el deterioro de los servicios y de la calidad de vida de los valencianos. El PP vació la tesorería cuando mandaban--¡escucha Rafael Hernando!--protagonizaron las tropelías y alimentaron sus campañas electorales con el dinero de todos. Ahora sus correligionarios en el Gobierno Rajoy asedian las autonomías y los municipios—entre ellos el de València que preside Joan Ribó—para compensar el desmedido déficit del Estado con los ahorros de los ayuntamientos.

Statu Quo. El bipartidismo ha muerto. El statu quo de la Transición, también. Con los resultados específicos de las elecciones catalanas ni el PSC-PSOE ni el PP pueden aspirar a reconstruir la alternancia en el poder. Saben que en Catalunya no alcanzan los mínimos necesarios para influir. Se sabía que en el violento encontronazo entre Rajoy y Artur Mas, si caía el segundo a manos del aparato del poder del Estado, como en los torneos de lanzas, Mariano Rajoy abría su tumba política. Así ha sido. El silencio de la Moncloa es elocuente. El diplomático Jorge Moragas cesa como jefe de Gabinete de Rajoy y se va a la ONU, hundido y premiado, como J. Ignacio Vert. Catalunya tras soportar el cambio de Pasqual Maragall por un personaje irrelevante, como José Montilla (PSOE), se siente agraviada con tres expresidentes invalidados sub-júdice: Jordi Pujol, Artur Mas y Carles Puigdemont. Ideológicamente las elecciones del 21-D las han ganado opciones conservadoras ( Cs+ Junts x Catalunya). En clave territorial, capitaliza la victoria el bloque independentista (Junts x Catatunya+ ERC con la Cup / los Comunes).El PP ha sido remitido por los electores a la extrema derecha de García Albiol. Su sitio.

El 155 humilla. Sobre la cabeza de las autonomías pende la aplicación del artículo 155. Los reaccionarios lo quieren acompañado del aparato coercitivo de carros de combate y tropas acuarteladas, que responde a otra época obsoleta y escasamente democrática. Es la factura que paga el PP en Catalunya con pírricos resultados electorales. Ciutadans, partido político que defendía con más ahínco la aplicación del 155, jaleado por José María Aznar, culpable del desastre, es el que ha capitalizado el rédito político de la media Catalunya que se planta a las aventuras soberanistas. La facción valenciana del partido de Albert Rivera, anda descabezada y carente de liderazgos. Salomón no aterrizó en las pistas de esta formación política ni en las Corts Valencianes ni en el Ajuntament de València. Fernando Giner y Toni Cantó necesitan relevo para acercarse a la eclosión de Inés Arrimadas. Los convergentes resucitan, disfrazados de «almogàvers», para reconquistar España. Para eso se creó Ciutadans.

Europa se inquieta. El Reino de España, Estado miembro de la Unión Europea, está tocado por el estigma de su pasado franquista y no acaba de concitar el europeísmo necesario para moverse en el núcleo duro en la UE. Salvo el Reino Unido de Theresa May, que se va, los puntales comunitarios recelan de los tics autoritarios y de la falta de cintura política que muestra el gobierno de Mariano Rajoy. Merkel y sobre todo Macron, apoyan oficialmente al gobierno español y hacen prospecciones, por su cuenta, para descubrir cuanto ocurre al sur de los Pirineos. Emmanuel Macron ve horrorizado la torpeza de Rajoy y teme el contagio en el Roussillon-Pirineos Orientales, para los díscolos corsos , en el despertar borgoñón o en el particularismo bretón. España se estremece, Europa tiembla.