Aunque parezca que el clima político no sea muy favorable en los tiempos que corren para los profesores asociados de la UV, esta semana ha empezado la campaña electoral para elegir al próximo rector o rectora de la Universitat de València; elecciones que se celebrarán el próximo 22 de febrero.

Ahora también toca reconocer, hacer referencia y hablar del colectivo PDI Asociado de la Universitat, que ronda las 1300 personas y supone más de un 30 % del total del personal docente investigador que desde ya hace algunos unos años viene trabajando para mejorar las condiciones de profesores y profesoras. Llevamos tiempo denunciando que nuestra tarea está impregnada de precariedad laboral y que incluso, para otros colectivos de la misma universidad, resulta un tema vergonzoso. El pasado mes de octubre, personas pertenecientes a la asamblea de nuestro colectivo viajó a Bruselas, al Parlamento Europeo, para plantear lo que ocurre aquí y la respuesta de la Comisión Europea fue clara: reconocía que sufríamos una situación de discriminación laboral. En estos momentos la Comisión de Ocupación y Asuntos Sociales analiza dicha petición. Creo que debemos denunciar algunas injusticias económicas, políticas y sociales, que ocurren tanto dentro como fuera de la universidad.

Siempre que empiezo una nueva asignatura, ya sea en un nuevo curso o un nuevo cuatrimestre, cuento a los alumnos la suerte que tengo al poder impartir docencia universitaria; un sueño hecho realidad (en mi caso) desde diciembre de 2010. Y es que nuestras clases tienen un valor añadido: las experiencias profesionales que desarrollamos en otros ámbitos. En mi caso más de 15 años como docente en la enseñanza Primaria. Tenemos la oportunidad de organizarnos y defendernos colectivamente con el objetivo de mejorar nuestras condiciones laborales. Siendo una de nuestras finalidades la de educar a los estudiantes para que sean ciudadanos reflexivos, activos y críticos. La respuesta de los alumnos suele ser en un primer momento de incredulidad, luego pasan a entender muy bien la situación que sufrimos e incluso se preocupan y participan en defensa de nuestro colectivo. Es nuestra responsabilidad ayudar a los estudiantes a desarrollar un convencimiento profundo y duradero en la lucha para superar las injusticias económicas, políticas y sociales y para humanizarse más a fondo ellos mismos como parte de esa lucha en la que merece la pena comprometerse; comportarse de otro modo equivaldría a negar la oportunidad de transformación.

Me parece fundamental caminar hasta conseguir que lo pedagógico sea más político y lo político más pedagógico; hay que insertar la educación directamente en la esfera política. Es necesario desarrollar un discurso que conjugue el lenguaje de la crítica con el de la posibilidad. Para terminar, quiero resaltar que en la asamblea celebrada la semana pasada fue emocionante poder comprobar y ver a compañeros y compañeras realizar aportaciones con mucho sentido, coherencia, argumentos de validez, ganas de cambiar lo establecido e incluso observar a una gran mayoría con brillo en los ojos.