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La verdad

Arcadi Espada bromeaba al acabar nuestra charla de la pasada semana en Levante Televisión que en esta humilde columna suelo hacer como el recordado Eduardo Haro Tecglen, de forma que escribo sobre cualquier asunto salvo la materia que debería ocupar a la sección, en este caso, la televisión. Tiene toda la razón. Mi explicación es que la televisión en sí misma no tiene ningún interés si no se relaciona con otros conceptos generales. Si la semana pasada escribí sobre la libertad, hoy lo haré sobre la verdad.

Voy a darle la razón al propio Arcadi y, en este caso, tampoco hablaré estrictamente sobre tele sino sobre lo que me ha parecido el verdadero hallazgo de su libro y de su forma de presentarlo. Me refiero a la capacidad que tiene un periodista como él para sostener argumentos a contracorriente, como forma de llegar a lo que entiende como la verdad, como ha hecho él en cada una de sus intervenciones durante la promoción del libro ´Un buen tío´, en el que defiende la figura de Francisco Camps. Especialmente intensa fue la de este sábado en el magazine político de LaSexta, frente a tres destacados colegas de profesión.

Con total independencia de que comparta o no sus tesis, es más, aunque esté totalmente en contra de muchas de ellas, siempre celebraré que haya personas que contrarresten la opinión de la mayoría como forma de defender la verdad. Posiblemente, será necesario hacer promedio entre las distintas versiones para entender mejor las cosas en una realidad en la que, como ocurre con nuestras propias vidas particulares, nada es estrictamente blanco o negro. Conviene no confundir estas posiciones alternativas con la simple provocación o con la boutade, cuyo interés quedaría reducido a lo meramente estilístico.

Celebro que aún haya periodistas que se encarguen de contar no exactamente lo que nadie cuenta sino lo que ha quedado sepultado por lo que los demás han contado. No sé si existe la verdad, toda la verdad. No sé si existe la verdad redonda y completa. Pero sí estoy seguro que existe la verdad de nuestro lugar en el mundo y de nuestro modo de relacionarnos con él, la verdad de nuestra mirada particular, de nuestra entrega y de nuestra lucidez. Una verdad que no debemos dejar que sea aplastada, por más que atente contra la opinión de la mayoría. Aunque a veces resulte tan cruda como escribir un libro en defensa de Francisco Camps. Siempre defenderé que haya alguien que lo haga, en defensa de nuestra amenazada libertad.

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