En la atmósfera irrespirable en la que vivimos el día a día de la política española, aprender un poco de nuestra historia o releer a nuestros clásicos literarios podría aportarnos mucha luz. Amadeo de Saboya, el rey que quizás pudo cambiar la historia de España, en 1873, en su carta de abdicación leída ante las Cortes Españolas, ya anunciaba los males que nos acecharían y de los que parece que no nos desprendemos. El rey dijo que se marchaba pues era imposible gobernar un país tan hondamente perturbado. Afirmaba que entre el confuso, atronador y contradictorio clamor de los partidos, entre tantas y tan opuestas manifestaciones de la opinión pública, es imposible atinar cuál es la verdadera y más imposible hallar remedio para tamaños males. Sus palabras suenan proféticas en la radiante actualidad española. El monarca se quejaba de que había buscado soluciones ávidamente dentro de la ley y no las había encontrado. Fuera de la ley, decía él, no ha de buscar soluciones quien ha prometido observarla. En la actualidad vemos que judicializar la política nos lleva a callejones sin salida y violar la ley nos asegura inestabilidad y un porvenir en la cárcel.

Ramón Valle-Inclán, en Luces de bohemia, cuya primera versión apareció en 1920, mostraba la tragedia y la miseria de la sociedad española de su tiempo que acababa de perder Cuba, Puerto Rico y Filipinas. La obra retrataba la degradación política del sistema de la Restauración que acabará siendo corrupto y caciquil. La alternancia entre liberales y conservadores no supo dar respuesta a nuestros problemas. Algo similar ha ocurrido en nuestro tiempo ya que PP y PSOE no han atajado de raíz las corrupciones, muchas de ellas ligadas a una financiación de partidos que no afrontaron seriamente. Zaratustra y don Latino, personajes del esperpento vallinclanesco, denuncian las corrupciones ajenas sin ver las suyas propias. ¿Les suena de algo? La clase obrera en la época de Luces de bohemia se encontraba en una situación de miseria. Actualmente, los trabajadores cada vez estamos perdiendo más poder adquisitivo y las conquistas sociales se van reduciendo con salarios paupérrimos y contratos por horas. Eso sí, crecemos al 3,1 % pero las pensiones aumentan un 0,25 %. El escritor villanovés denunció también el hambre y la injusticia que se sufrían en España. En la actualidad, sin mirar a otra parte, tres de cada diez españoles no tienen recursos para afrontar su quehacer diario; son las personas invisibles. Recientemente, en las páginas de Levante-EMV leíamos que un 30 % de hogares de la ciudad de València vive en la pobreza.

Si el escritor gallego se diera una vuelta por Madrid, Barcelona o València encontraría inspiración para realizar con maestría nuevos esperpentos que bien podría titular Sombras de corrupción o Apagón de sentido común. Fantoches que deliran en sus intervenciones públicas. Esperpénticos políticos que parecen personajes de una Comedia de Falset, en la que las cosas acaban mal o de forma ridícula. Independentistas, constitucionalistas, encarcelados, huidos de la justicia y títeres son personajes colectivos que nos equiparan la actualidad con el esperpento. Max, ciego como Homero, emprendió una particular odisea sin saber a dónde le llevaría. Dirigentes nacionales no quisieron ver la realidad y nacionalistas excluyentes llevaron a Cataluña a un sinsentido. Mientras tanto, algunos seguimos esperando los grandes pactos nacionales que nos auguren un futuro prometedor y den luz al país acudiendo menos a los tribunales y más a las mesas de negociación.