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Entierros de primera

En otros tiempos, los niños escribían a los Reyes Magos que se habían portado muy bien, no habían vuelto loco a papá y habían dejado la ropa bien plegada sobre el respaldo de una silla como pide mamá y que, por lo tanto, se merecían el camión de bomberos, el patinete y el Scalextric. En cambio ahora, al escribirle al Estado -la forma laica y actualizada de los soberanos de Oriente- empiezas a echarle en cara la deuda histórica que tiene contraída contigo y que lo mismo puede remontarse a las Navas de Tolosa que al Compromiso de Caspe o a la proclamación de La Pepa. Sigues después con unos lamentos por tu mala financiación y, como remate, lanzas una queja muy amarga porque las grandes redes de transporte europeo te han orillado. Ahora ya eres un perfecto agraviado y, por tanto, cuentas.

Cuidado con el agravio: se te puede quedar el morro torcido. El corredor mediterráneo y otras conexiones pueden ser importantes, mucho, siempre que tengamos algo que exportar para lo cual sería conveniente que empezásemos a producirlo. Es una sugerencia. Cuando expira la concesión de una autopista, no se acaban sus gastos: mantener una carretera cuesta dinero y lo habrán de pagar sus usuarios de forma directa o bajo especie de contribuyentes. El maná llovió una vez, pero no se tiene noticia de que el cielo haya incurrido en generosas precipitaciones, al menos por aquí.

Cierto que nuestra conexión ferroviaria con Zaragoza vía Sagunt es penosa, impropia de una ciudad hermana -nosotros- del mayor centro logístico de la Península, ellos. No está claro que podamos recorrer Andalucía en altísima velocidad (pese a que la historia de Al Andalus es una refutación expresa del exprés) y que la galería comercial que va de Alacant a Girona tenga un intolerable estrechamiento en Tarragona: estábamos muy ocupados en no ser menos que el vecino y en tener de todo y en edición de lujo. Una obra pública es eso que entierra trigales y cementa huertos. Sólo cuando se acierta dimensión, trazado y coste empieza a ser tan razonable y alegre como un entierro de primera.

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