Vuelve a estar en el candelero en España el debate sobre la utilidad de la homeopatía, con una importante repercusión en los medios y en el ámbito de los especialistas de la sanidad. Recordemos que esta terapia también tiene mucha implantación en Alemania y en Francia, donde la prescriben sobre todo los médicos, incluso estuvo un período dentro del sistema público de salud. También se ha demostrado que, correctamente administrada y siempre valorando su pertinencia en función de las patologías, puede contribuir al restablecimiento de la salud, al igual que otras prácticas y tratamientos complementarios como la fitoterapia, pero también la correcta alimentación, la relajación, el ayuno controlado, el deporte, etcétera.

Quizás el problema del debate esté en su enfoque extremado, en el planteamiento dicotómico de considerarla como medicamento o como fraude. En realidad, lo interesante sería profundizar en su uso correcto o incorrecto en función de las diversas enfermedades, y quién debe controlar su prescripción. Nunca debe ser considerada como un remedio mágico ante patologías muy graves, ni como sustitución siempre válida de la medicina halopática ante cualquier enfermedad.

Sin embargo, debemos ser conscientes de que los procesos de enfermedad y de restablecimiento de la salud son muy complejos, en ellos no solo interviene lo fisiológico, sino también lo mental, lo afectivo y el medio en el que vivimos. No solo cura la química; se ha avanzado mucho en la moderna medicina de síntesis farmacológica, pero también influyen muchos otros factores que tienen que ver con los hábitos cotidianos y el entorno; incluso en Japón se ha demostrado con estudios la utilidad de los baños de bosque, es decir los beneficios para la salud de la vivencia de la naturaleza. También los placebos son útiles, según nos indican los estudios médicos, pero solo si se cree que van a ser eficaces, es decir si se piensa que no son placebos.

Ante todo ello, resulta una simplificación demonizar las llamadas pseudociencias como si solo hubiera un único camino terapéutico. Por cierto, que la ciencia no es algo precisamente infalible, evoluciona continuamente y en muchas ocasiones contradice verdades consideradas hasta hace poco como incontestables. Tampoco la medicina convencional está libre de toda culpa; que se lo digan a los que han sufrido las resistencias por abuso de antibióticos, o los que han padecido efectos secundarios muy dañinos por medicamentos que luego han sido retirados.

Los procesos de curación son mucho más complejos que solo el resultado de reacciones bioquímicas a medicamentos de síntesis. Por tanto, más que atacar a la homeopatía en sí, o a otras terapias, habría que referirse a sus usos adecuados en función de qué patologías, o con qué niveles de afectación o gravedad.