De lamentable podría calificarse el comportamiento de parte de los espectadores del partido de fútbol que se celebró, hace unos días, en el campo de Mestalla entre los equipos del Valencia y la Juventus cuando Cristiano Ronaldo fue expulsado del terreno tras ser sancionado con una tarjeta roja. Gracias a la sección de deportes de los telediarios de las principales cadenas pudimos ver y oír los insultos de todo tipo que los aficionados valencianistas propinaron a Ronaldo cuando éste caminaba en dirección a los vestuarios. A pesar de que a estas alturas no debería sorprender a nadie lo variado de las descalificaciones personales que se dicen a los jugadores desde las gradas de cualquier estadio de fútbol español todos los fines de semana, llama la atención, cuando se puede observar de manera directa, el fanatismo que se concentra durante unos segundos en esas personas cuando gritan empleando toda su determinación y haciendo de ese momento el más importante del partido: cuando se puede insultar a una estrella de fútbol a la que se admira y se odia amparado por los gritos de los demás.

Aunque me consta que en las secciones infantiles de los principales equipos españoles se hace hincapié en la necesidad de que jugadores y espectadores guarden unas normas de comportamiento basadas en el respeto y en la educación , éstas son olvidadas a la primera de cambio. Estamos hartos de ver a padres de jugadores de muy corta edad peleándose en las gradas mientras los niños observan atónitos, sin comprender muy bien lo que está pasando. Esos mismos niños, a medida que crecen y acuden en alguna ocasión a un estadio acompañados de adultos, son testigos de cómo miles de personas insultan al árbitro con improperios de todo tipo, con especial mención a su madre o a su condición sexual. El fútbol es hoy en día un simple negocio que utiliza todos los medios a su alcance para seguir generando el mayor dinero posible a costa de los que sea, utilizando y provocando los instintos más bajos de los espectadores que acuden a los partidos si es necesario.

Resulta difícil creer que las noticias futbolísticas ocupen casi la mitad de los telediarios así como un tercio de las páginas de muchos periódicos. Los defensores del fútbol actual dicen que representa unos valores deportivos que luego no vemos en ningún sitio. La consabida frase de que «lo que pasa en el campo queda en el campo» es una invitación a la violencia física y verbal, como si se amparase cualquiera de ellas durante el tiempo que dura un partido. Una sociedad avanzada, como creemos ser los españoles, debería ser capaz de desterrar del deporte la violencia y los insultos.

Existen otros deportes alejados de la codicia del dinero donde la caballerosidad y la valentía son sus principales elementos y donde no se toleran los insultos ni los gritos estentóreos. Pienso en el tenis, la natación o el windsurf, que en ocasiones suponen una prueba para uno mismo de qué pasta está hecho.