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Alfons García03

Animales de compañía

Cuando los adolescentes no dedicaban parte de su asignación mensual a pagar una suscripción de Netflix, en aquellos lejanos tiempos en que los jóvenes iban a los billares y se creían mayores con cigarrillos mentolados (en mi caso, la mejor vacuna contra el tabaco), triunfó un anuncio de un juego de mesa en el que los participantes aceptaban pulpo como animal de compañía para que el dueño no se levantara y se llevara el juego. Después de las explicaciones estos días de diferentes dirigentes de Compromís sobre la extraña ausencia de representantes de la coalición en la inauguración de la exposición de Antoni Miró, la de las pinturas comprensivas y favorables con el independentismo catalán, no me desprendo de la dichosa frase. Habrá que aceptar pulpo como animal de compañía. Habrá que transigir y asumir que la ausencia total, a pesar de ser un proyecto coorganizado por la Conselleria de Educación y Cultura (en manos de la coalición), fue el resultado de un cúmulo de circunstancias inconexas, que nunca se da importancia a quién está o no en una inauguración, que los que hemos subrayado el sorprendente alineamiento de planetas (como aquel de la desaparecida en mejor vida Leire Pajín) estamos calentando el Nou d'Octubre y haciendo la campaña a Ximo Puig, que no faltó (las elecciones ya sirven para todo y faltan presuntamente ocho meses), que como mucho existía un malestar en Cultura por la intromisión de Presidencia, que bueno, detrás de la muestra estaba José Manuel Orengo y no conviene acercarse demasiado (al final, habrá que creer que el exalcalde de Gandia es el culpable de que Mónica Oltra no sea la presidenta de la Generalitat)... Pues eso, aceptaremos a Antoni Miró, que entiende el arte como pisar callos sin mirar de quién es el pie y nunca ha escondido desde los años setenta su afinidad con la independencia de Cataluña, como animal de compañía y continuaremos con la partida, que aún queda.

Al final, la misma Oltra ha acabado la semana elogiando la exposición y cantando a la libertad de expresión, así que el asunto se queda en una de esas piedras que, con frecuencia, los partidos del Botànic se tiran uno a otro sin que la herida llegue a sangrar. Un moratón más y a continuar el camino. Hasta la próxima.

No estoy de acuerdo con los mandamases de Compromís en su análisis del origen de la polémica, pero sí en la vacuidad de la misma. Esta y tantas que alimentan el circo de la política y los medios de comunicación. En semanas como esta es especialmente evidente. Mientras la información emanada desde las cloacas cobra tanta importancia, cinco muertes por violencia machista manchan las páginas de los periódicos y nuestras manos. Los pactos y los minutos de silencio están muy bien, porque visibilizan un coro unánime contra un fenómeno que lleva demasiado tiempo amargando la vida a una sociedad incapaz de aplicar soluciones eficaces. Y es cosa de todos. La educación es el futuro, sí. Suena magnífico y es una realidad, pero da la impresión de que esa batalla de momento no la estamos ganando, a la vista de esas actitudes de manada que tanto impactan a las televisiones y de cómo se perpetúan los roles de posesión y sumisión en las manifestaciones culturales que atraen a la mayoría de adolescentes. Claro que a mí también me gusta Sabina, con letras impregnadas de una visión machista del mundo, y alguien podría pensar por tanto lo mismo de mí. Quizá es una ecuación demasiado simple, ojalá, y los jóvenes saben discernir entre gustos musicales y modelos de conducta.

El director del instituto que tengo cerca de casa no debe pensar lo mismo. Es de los que cree que la cultura contamina el alma y esculpe los comportamientos. Por eso ha sustituido la sirena de aviso de los inicios de clase por música, pero no regaetton, ska ni trap, sino que regala a sus alumnos con canciones de Sinatra, cuya vida tampoco es ejemplo de nada, pero su voz llena el espíritu como pocas. No hay mundo sin paradojas y contradicciones. Fly me to the moon escucho cada mañana mientras paseo con mis animales de compañía (ninguno es Antoni Miró) y estoy convencido de que alguno de esos estudiantes apreciará el regalo en el futuro y soñará con ver en los ojos libres de otro cómo es la primavera en Júpiter y Marte.

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