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Barbería hípster

Tras un momento de duda, entré en la barbería hípster de mi barrio, una moda mucho más inofensiva que la del patinete, y el primer oficiante que me encontré llevaba el cráneo rapado y barba de san Antón, más unas gafas de pasta de cuando Kim Philby empezó a espiar para los rusos. El de más al fondo esculpía en la cabeza de un mulato una alegre manigua de pelos que salían, como en un tepuy venezolano, de una nuca y unos parietales rapados como un precipicio: la sofisticada construcción era un reflejo de la usada por el peluquero. Se veía que no me podían atender en ese momento y me dieron turno. Paseé por el barrio, husmeé en las novedades de la librería, me compré una revistilla radical y, al llegar la hora, entré en la barbería.

-Aunque sea un calvo consolidado, no soy insensible a la técnica capilar -dije a modo de declaración de principios.

Me tocó un chaval joven, con gafas y tirantes, que me condujo a un salón en tinieblas con musiquilla de misterio eleusino. Te lavan el pelo casi tendido. Y luego, con la toquilla puesta, te colocan en un hermoso e historiado sillón reclinable de hacia 1910, de cuando la joie de vivre. Es la versión high class de los sillones del señor Bernardino del carrer Carabassers que, además de cortarnos el pelo, arreglaba sillas de enea, componía relojes y ponía a mi alcance varios pilares de la cultura occidental: el Hola, el Lecturas, el Levante-EMV y el Pumby. Barbería vuelve a ser palabra respetable.

Soy cliente de los que prefieren conversa y hablamos de todo: de arte, de peluquería canina, de pintura flamenca y de las poliédricas utilidades del barbero, que fue cirujano y dentista desde que el Concilio de Tours (1163) prohibió a los clérigos, gracias a Dios, practicar la cirugía (y ganar almas para el Cielo). En los ochenta, algunos dandis gastaban en peluquería tanto como Alfons Cervera y el presupuesto capilar de Tino Casal superaba el de la cesta de compra mensual, pero estos chavales hacen buen precio, han recuperado un oficio, tienen su propio negocio y buen sentido decorativo (pin ups y portadas de discos). Creo que volveré.

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