El concepto de espejo es tan significativo como revelador, el mismo acto de reflexión y refracción nos da significado a nuestro día a día, a cómo queremos verlo, a nuestra percepción consciente de la realidad que, como el fenómeno del espejo, si acercamos la mano a este vacío no tocamos la forma, pues la imagen no está ahí, está en otra parte. De este modo, vamos caminado entre acercamiento y distorsión entre enfrentamiento y desencuentro de uno mismo y de los demás o entre conciliación y reconocimiento.

La verdad es que las formas que vemos en los espejos, al igual que los conceptos, no están materialmente impresas, ni en el espejo ni en la imaginación, pero el espejo es, desde luego, el lugar de aparición de los conceptos. La imaginación activa, la propia y la social, es el lugar de aparición de las ideas de la imaginación representativa, pero estas mismas formas están en suspenso, abiertas, susceptibles y diversas como cada persona, como cada idea, como cada colectivo.

Nuestro ilustre Juan Ramón del Valle-Inclán, sin ir más lejos, nos ha dejado un ejercicio literario y metafísico con el concepto del callejón del gato donde cada ser una vez que se adentra en él se vuelve «esperpéntico», deforma cada atributo de manera que las bondades se señalan, son sutiles y las cualidades negativas se agrandan de manera estrafalaria e hiperbólica. ¿Es tan difícil ver cómo se tambalea nuestra propia integridad de persona y tan fácil seguir alimentando nuestra ilusoria mismidad? El misterio del otro, la voluntad de querer conocer, la intención sana de no descalificar, ni siquiera prejuiciar se nos presentan como retos humanos, retos sociales. Cómo abrir una mirada a lo que no soy yo sin salir de mí, pero conscientemente queriendo ver.

Parece fácil. Sin embargo, nos cuesta mucho admitir la sinrazón de la discriminación, de las violencias, evidentes o difuminadas. Qué fácil es aún volver a escuchar islam y terrorismo. ¡Violento binomio! Hoy, en estos días, emitido desde el llamado primer mundo, galopa a sus anchas un reportaje recién emitido por una conocida cadena televisiva nacional que examina la convivencia entre musulmanes y cristianos en España, donde cada imagen parecía estar en el lado oscuro del esperpento y sin ejercicio alguno de reflexión y refracción. Una mirada esperpéntica sin espejo, una falaz intención de trazar «la radiografía de la comunidad musulmana en España». Qué sencillo es tomar ese tobogán infantil que nos lleva directos y caer así en estereotipos deformados y deformantes, en los que siempre se libra, convenientemente exento, nuestro yo, el individual o colectivo. Cómo retratar la integración de los musulmanes en España si como ejemplo de muestra nos lanza en trampolín a Ceuta y, más aún, al barrio de El Príncipe. ¡No parece el mejor ejercicio de análisis!

Si nos ponemos «estupendos», como también diría Valle-Inclán, a voz en grito diríamos que esa identificación incurre en los habituales indicadores de la islamofobia, como el uso de una terminología incorrecta, innecesaria o sensacionalista; el abuso de estereotipos negativos y generalizadores; el recurso a eufemismos y metáforas sirviéndose de la retórica de la alteridad, del ellos contra nosotros. Con ello se cae irremediablemente en la exageración de la información no relevante pero potencialmente estigmatizadora y creadora de falsos estereotipos, vinculando lo musulmán con lo violento, lo primitivo, lo ilegal.

No debemos dejar de contemplar la belleza de un reflejo, pero tampoco debemos dejarnos seducir por la falsedad del más auténtico de los espejismos, el que convierte en verosímil lo que en realidad es una imagen retorcida y falsa. No será ocioso, ni inadecuado exhortar a que los medios de comunicación practiquen un periodismo inclusivo frente a un peligroso, por seductor y embaucador, mito de la islamofobia. Será como formular una invitación para cruzar al otro lado del reflejo, pero no como durmientes sino como personas bien dispuestas, será una invitación firme y alegre para acometer la apasionante tarea de aprender y aprender a desaprender juntos, en justica e igualdad y con una mirada limpia de reflejos.