El martes pasado participé en la presentación del libro El futuro de la energía en 100 preguntas junto al autor del libro Pedro Fresco, la vicepresidenta del Consell Mónica Oltra, la investigadora Lorena Nieves y presentado por el divulgador científico Antonio Rivera. Una lectura pensada para que la población no especialista en temas energéticos pueda conocer desde respuestas a preguntas básicas como «¿Qué es la energía?» hasta más complejas como «¿Se puede abastecer el planeta sólo de energías renovables?». Un libro muy recomendable, escrito por un divulgador científico ya acostumbrado a explicar en palabras adecuadas al gran público temas a priori técnicamente muy complejos. El autor nos invitó tanto a científicos especialistas en la materia como a representantes públicos para que cada cual hablara desde su punto de vista, en el que fue un debate interesantísimo con una sala a rebosar de asistencia.

La energía es uno de los temas científicos con más presencia en las noticias. Básicamente por la subida del precio de la electricidad. En invierno volvemos a hablar de pobreza energética, porque desgraciadamente en España todavía hay gente que no puede pagar el recibo de la luz. Afortunadamente en València, desde los servicios sociales de nuestro ayuntamiento se ofrece la posibilidad de ayudar en el pago del recibo a familias que no pueden asumirlo. Pero además, la energía también está en la agenda política por el mayor reto de la Humanidad en su historia: el cambio climático.

Mi contribución al debate fue exponer cómo las ciudades podemos luchar por un cambio en la cultura energética de nuestras sociedades. Hay que tener en cuenta que la mayor parte de la población humana ya es urbana, por tanto, las ciudades tenemos un papel crucial a la hora de luchar por un uso eficiente de la energía y contra el cambio climático. Nuestra ciudad ha hecho un gran esfuerzo por hacer una política energética sostenible y acorde a nuestro tiempo. Para ello hay que hacer políticas valientes, sobretodo en movilidad -reduciendo el uso del coche, especialmente el basado en combustibles fósiles- pero también en alumbrado o consumo energético de edificios públicos. Si entre 2011 y 2014 pagábamos aproximadamente 20 millones en la factura eléctrica, en 2017 ya bajamos a 15 millones.

Como seres humanos tenemos un reto de primer orden: caminar hacia la sostenibilidad o hacia el colapso ambiental. Seguramente la energía representa una oportunidad para la Humanidad. Podemos pasar de usar combustibles fósiles controlados por grandes corporaciones transnacionales que escapan de cualquier control democrático, con grandes centros de producción de energía y con un enorme impacto ambiental en forma de calentamiento global, a un modelo más democrático basado en la producción descentralizada de energía a través de energías renovables, controladas por la población en su conjunto y respetuosas con nuestro planeta. En estos tiempos de zozobra política hay espacio para la esperanza. Sólo tenemos que levantar la vista un poco por encima de lo habitual y ver el horizonte. Por cierto, les recomiendo el libro. Léanlo si pueden.