La noche es una herida dispuesta a abrirse. No, no es la misma realidad: día y noche. Al aparecer la oscuridad las esperas se exasperan y se extrañan los fondos. ¿Por qué de noche todo tiene un trazo de delirio y de mortaja?

Nuestros pensamientos nocturnos, a veces, se mueven por escenarios creados por la imaginación, sin agotarse, con elegancia, y sí, con holgura, se colocan al costado del proscenio. De noche todo es de gran tamaño, hasta la concha del apuntador. Dicen que el más fiel de nuestros «camaradas» es el alcohol. No sé... La vida nocturna cautiva la existencia. No importa el lugar. Sí, en una cama un hombre puede llegar a ser un acróbata de un espectáculo circense, y en una taberna ser el mismísimo Delaunay.

He pasado muchas noches en El Bar del Folies-Bergère. Sí, saludando humildemente a Manet y buscando la quiebra de muchas inflexiones. Cierto, la noche añade sus propias ondulaciones, ¿qué podemos decir del tiempo?

Todo en París es motivo de arte y seducción. Pero no, no se trata de asimilar los pensamientos; en ocasiones son la conveniencia de nuestra obra interior, la misma que con estupor se asombra e incluso suelta una carcajada ante la diversidad del instante.

Es menester encontrarle alegrías a la vida. Sí la noche transforma la pena poética en alegoría, juguemos a sustituir albas por oscuridades. Los impulsos nocturnos suelen ser perecederos, sólo uno no contempla el estado anímico de las horas: la vivencia. Y sí, de día renace de nuevo la duda, pero de otra manera, emparejada con el lenguaje de la complacencia de una vida soñada y transformada en vivencia de una noche. Qué virtuosidad tiene el ocaso...

Por supuesto , alguna noche corrí entre las glorias parisinas y coloqué el movimiento a disposición de mis reacciones mentales.

La ruta para llegar a París puede estar en el mismísimo corazón de una copa de absenta.

Los sollozos más hondos del violín del otoñoson igualque una herida en el almade congojas extrañassin final

(Paul Verlaine)