Si no te sientas en los primeros escaños del hemiciclo de las Cortes Valencianas, no eres nadie. Algo así debieron pensar, o creer, los miembros de Unides Podem que hasta hace unos días no facilitaban un acuerdo para su ubicación en el parlamento autonómico. El espacio físico que se ocupa, sin duda, comunica estatus. Siempre ha sido así. Sin embargo, en este caso, el estatus se tendría que haber interpretado no por la ubicación ad intra, sino más bien, por su sentido ad extra, es decir, por su valor representativo del conjunto de la ciudadanía: el hecho de formar parte de una cámara de representación, de ostentar la condición de parlamentario o parlamentaria, es un privilegio que en esta comunidad solo tienen 99 personas. Ese era el verdadero estatus. Finalmente, y después de haber ocupado también una parte importante del espacio mediático con este asunto, Vox se sentará en la zona más alta de la parte derecha del hemiciclo y Unides Podem en la de la izquierda. Aunque parece lógico, ésta ha sido una solución no exenta de controversia, puesto que, el PP no quiere tener detrás a la extrema derecha, renegando de quienes estaban llamados a ser sus socios en un hipotético gobierno: el acuerdo de Andalucía es «perfectamente asumible» en la Comunitat Valenciana, decía Isabel Bonig hace unos meses. Hoy, no quieren ni tenerlos cerca. Dicen.

Una escena casi surrealista que la síndica de Vox, Ana Vega, explicaba y resumía diciendo que «aquí no nos quiere nadie». Reconozco que me sobrecogió escuchar esas palabras, sobre todo por el tono áspero y contundente con el que, de alguna forma, venía a decir que allí, en las Cortes Valencianas, no les quería nadie pero les daba igual. Sorprende la capacidad para aceptar la soledad y asimilar el rechazo de quienes habrían estado dispuestos a compartir su vida política con ellos si los números hubiesen dado para un tripartito de derechas, claro. Un desamor, el del PP hacia Vox, que no se explicaría solo por la aritmética parlamentaria, sino que tendría su origen en el castigo electoral que han sufrido los primeros tras pretender exportar el modelo andaluz. Es decir, el rechazo del que habla la síndica de Vox cuando dice «aquí» refiriéndose al parlamento autonómico, es la consecuencia del que se ha producido fuera, el de la ciudadanía, hacia el PP. Un pequeño espectáculo que resulta anticipatorio de lo que nos espera en esta recién estrenada legislatura.

Todo ello, bajo la atenta mirada de Cs, que practica como nadie el trilerismo político al negar acuerdos -que sí lo son- con quienes realmente se sienten cómodos políticamente, Vox, y oponiéndose a pactar con el PSOE, junto a quien, en mi opinión, habrían representado una vía de centro alternativa con la que impedir la entrada de la extrema derecha en algunas instituciones. Desde luego que, todo esto también sirve para clarificar dónde está cada uno ideológicamente en esta nueva etapa política, caracterizada tanto por la necesidad de entendimiento como de honestidad a la hora de explicar con quién se está dispuesto a pactar y con quién no. A quién se quiere y a quién no.