Como conocerá el lector la suspensión o no del ferrocarril en la conexión Turin-Lyon ha sido la razón formal para la última crisis del gobierno italiano. Intentemos que la ampliación del Puerto de València no acabe en otra mala experiencia. En esta caso podría ser en forma de unos caros muelles que corren el riesgo de quedar desiertos tanto de barcos, como de contenedores, porque no habría forma de sacarlos hacía tierra adentro.

La Autoridad Portuaria (AP) es una institución dependiente del Gobierno central que, siempre ha estado dirigida por personas del mismo carnet que el gobierno de Madrid. Buenas o malas sus decisiones se han tomado con pocas explicaciones a quienes por proximidad, podían sufrir sus consecuencias. En otras palabras incapaz de plantear relatos ilusionantes. Este autismo congénito no solo se reduce a sus politizados dirigentes sino que alcanza a sus «trabajadores» quienes amarrados a la estiba, una forma poco menos que mafiosa de trabajar, han defendido sus increíbles nóminas, con insolidaridades sin cuento con el resto de colectivos.

Paul Doumer, quien en 1931 llegó a presidente de la Cuarta República francesa, fue en su juventud gobernador general de la Indochina francesa en Hanoi, donde decidió construir una red de alcantarillas. Las ratas comenzaron a proliferar y aparecieron casos de peste. Al llegar a la Presidencia, sin confesar su derrota, ofreció una bonificación a quienes cazarán ratas y para ello bastaba mostrar la cola del animal, supuestamente eliminado. Fue entonces, cuando en Hanoi se vieron corriendo ratas sin cola, descubriéndose que ciertos habitantes comenzaron a criar roedores. Es el ejemplo que suele ponerse para hablar de una política pública lanzada sin comprender el campo, que algunos llaman paisanaje.

El relato del Puerto vive un nuevo episodio. No hace muchos meses, sin que prácticamente nadie del Consejo de Administración se opusiera (allí abundan los representantes municipales y autonómicos) se decidió ampliar las instalaciones con una nueva y formidable terminal de contenedores. Esta ampliación hace mas insuficiente su actual y único acceso, en el Sur de la ciudad y que incide mucho en el tráfico a ambos lados del nuevo cauce. El segundo acceso, por el Norte, es un tema tan viejo, que uno (bien cierto que ya algo mayor) ha podido debatirlo serenamente con dos generaciones de una misma familia. Han sido lustros de expectativas y desencuentros entre Madrid y València. Múltiples ideas con soluciones en superficie, en pasos elevados, en túneles y con combinaciones diversas entre camión y tren, han pasado al olvido de la inacción. Ahora la ampliación ha empezado y el acceso norte sigue sin aclarase. Todo ello con protagonismos múltiples: Fomento, AP, Generalitat, Ayuntamiento, grupos empresariales, MSC (el grupo naviero suizo que pretende explotar la nueva terminal) y todo tipo de organizaciones medioambientales dispuestas a mostrar su poder «blando» en la calle.

Al igual que las alcantarillas de Hanoi, la iniciativa de la AP es excelente, pero para que no haya ratas que rompan el resultado buscado, esto es, que haya nuevo acceso, hay que resolverlo en bloque: ¿Qué queremos que sea el puerto, queremos que siga creciendo, dejarlo como está o estrangularlo y quitarlo de en medio?. Si pensamos que no tiene que crecer más el puerto, que es una postura que no comparto, y entendemos que no sería necesaria la ampliación, otros puertos seguirán creciendo. «Los barcos irán dónde les admitan: hay muchos puertos, y València irá perdiendo posiciones. Es inevitable, así es la lógica económica» palabras contundentes del Presidente de la AP dirigidas al paisanaje. El «campo local», no es Hanoi de principios del XX, sino València un siglo después.

Reacción del alcalde Ribó: «Podemos entender la necesidad de un acceso norte pero solo desde un punto de vista ferroviario. Plantearse hacer un túnel para camiones cuando dentro de quince años los camiones pueden ser una especie a extinguir por cuestiones medioambientales me parece un despilfarro económico de no sabemos cuántos centenares de millones». Este hermoso relato maneja fake news ya que si estuviera bien informado sabría que la UE tiene previsto que desde 2035 solo se comercialicen camiones eléctricos (desde furgonetas a pesos pesados) y que en 2.050 ya no circule ningún camión con combustibles fósiles. Tan ecologistas pretende ser que desconfía de la politice climática europea, una opinión, por cierto, con la que Trump coincide.

En nuestro «campo» esta también el apoyo acrítico del empresariado a un Corredor Mediterráneo (CM) ferroviario de Algeciras a la Frontera, que conectaría todos los puertos de esta fachada marítima (serà per diners?). Cuando con la modesta conexión València-Sagunto exclusivamente ferroviaria el alcalde se apoya en el CM, los empresarios, con toda razón se han desvinculado de la idea. El argumento del alcalde consiste en que solo un acceso exclusivamente ferroviario podría contar con fondos europeos, mientras que una opción de entrada compartida por trenes y camiones «la tendríamos que pagar con el dinero de los valencianos y el resto de los españoles, sin fondos de la UE». Mas fake news pues solo habla del CM y la UE es mucho mas profunda, a pesar de sus fallos, pero el relato de Ribó queda muy bonito: «El Puerto tiene que hacer una apuesta decidida por la descarbonización y el transporte ferroviario. El acceso norte debe hacerse teniendo en cuenta que València es un nodo fundamental del CM y, por tanto, la solución del acceso norte debe estar integrada dentro de este nodo», y ya embalado: «supondría un impulso claro y definitivo al CM, al túnel pasante, al soterramiento de vías y al Parque Central que tanto tiempo venimos reclamando». Confundiendo la rata con su cola, Ribó está proponiendo que todas las mercancías del CM puedan ir por este túnel, ya que de lo contrario estaríamos frente a la ruptura de principios de competencia respecto a mercancías que no tengan su origen o destino en el Puerto.

Con este paisanaje, el puerto va a perder su relato, aunque el túnel marítimo parezca ser la menos mala de las soluciones.