La imagen de 440 pares de zapatos colgados en las fachadas de dos edificios en un barrio de Estambul, uno por cada mujer asesinada en 2018 en Turquía, es una obra del artista Vahit Tuna con la que se pretende recordar a todas esas mujeres asesinadas en dicho país víctimas de violencia de género. Es un recordatorio que nos sobrecoge y vuelve a situar sobre la mesa la incontestable realidad que sufren las mujeres en cualquier parte del mundo, por el mero hecho de ser mujer.

Pero este debate no sólo se nutre de imágenes, también las cifras subrayan que cuando hablamos de violencia machista, estamos ante una auténtica pandemia, como la calificada las Naciones Unidas. Así, el reciente informe del Consejo General del Poder Judicial, donde se analizan los números de esta violencia en los años 2016, 2017 y 2018, nos da una serie de pautas sobre las que deben insistir las futuras actuaciones del Estado, como es la situación de los menores de edad huérfanos por la violencia de género; la importancia de la denuncia como instrumento que salva vidas; o la existencia de determinados factores que configuran grupos de especial vulnerabilidad, como es la maternidad, la discapacidad, la condición de extranjera o residir en zonas rurales.

Con todo ello, y viendo lo que está sucediendo este año en nuestro país, donde asistimos a un repunte en casos de asesinatos de mujeres a manos de sus parejas o exparejas, situándose en más de un 15 % por encima del año pasado, uno podría pensar que algo se está haciendo mal. Y es cierto, cuando la sociedad se relaja, retrocedemos en todas esas metas que se han ido alcanzando.

Por ello, no es justificable que el alcalde de la capital de España diga que «él no comparte el feminismo del 8 de marzo». Es una afirmación con la que, no sólo demuestra que tiene una considerable empanada mental y una absoluta ignorancia sobre esta cuestión, sino que además, carece de la más mínima empatía con las víctimas de este tipo de delitos. El 8 de marzo es un día reconocido internacionalmente y no es patrimonio de ningún partido, es decir, el 8 de marzo es un día en el que todos y todas debemos defender la igualdad. Ese minusvalorar la violencia de género o ese interés por crear los más variopintos argumentos para desviar la atención sobre este problema, muestran una preocupante imagen y dan argumentos a quienes pretenden excusar sus ansias de violencia contra la mujer, tal y como vienen denunciando las llamadas «noches violetas».