Estamos asistiendo a una crisis sanitaria global de alcance y efectos desconocidos hasta la fecha, que está desembocando en una preocupante y grave crisis económica, con enorme impacto en el empleo y en la continuidad de las empresas y que puede desencadenar en una grave crisis social, con la división, la crispación y el enfrentamiento por banderas.

La crisis sanitaria nos ha cogido por sorpresa porque la minusvaloramos y porque no se adoptaron las medidas adecuadas para afrontarla cuando la OMS nos advirtió.

Pero sin perjuicio de que deban asumirse responsabilidades, y con el tiempo todo llegará, debemos asumir que es una realidad dramática que exige que tomemos decisiones certeras que la detengan y que, además, no la agraven. Pero para ello hacen falta dos cosas muy importantes, que no tenemos en estos momentos: (1) que todas las fuerzas políticas de nuestro país trabajen unidas y alineadas y (2) que se pongan en marcha medidas dejando al lado los intereses de partido y, sobre todo, alejadas de la ideología. La crisis sanitaria exige medidas sanitarias y no de ninguna otra índole y, la verdad, no vemos a nuestros responsables políticos a la altura de las circunstancias que exige una crisis como la presente.

El verdadero alcance de la crisis económica para nuestro sistema productivo y para el empleo no lo veremos hasta que muchos trabajadores que están ahora confinados en sus casas regresen a sus puestos de trabajo.

Al contrario que otros sectores considerados no esenciales, la mayor parte de la actividad productiva y distributiva del sector agroalimentario no se está resintiendo porque seguimos al pie del cañón, trabajando por España y por los españoles. Sólo aquellas actividades más conectadas al turismo y algunas, como la pesca, en la que es más difícil guardar las distancias, se ven hoy especialmente afectadas. La industria agroalimentaria, desde nuestros agricultores, ganaderos y pescadores, hasta las estanterías de los puntos de venta, es central siempre, pero más aún en este momento. No sólo porque constituye el vehículo de abastecimiento de una sociedad que está en un porcentaje elevado recluida, sino también por ser una de las pocas actividades que siguen manteniendo, y en algunos casos incrementando, el empleo. Y este compromiso doble con la sociedad lo está llevando a cabo con todas sus fuerzas y entusiasmo, guardando las más estrictas reglas de seguridad, tanto del personal como alimentaria.

Pero que nadie piense que esto es por casualidad, ni que el sector está haciendo el agosto con esta crisis, como se dice vulgarmente. Los empresarios sabemos que ante una situación crítica como la que vivimos en estos momentos sólo hay una opción: o se afronta la misma, reinventándose, siendo creativo y, sobre todo, tomando decisiones, o se desaparece. Y es lo que el conjunto de la cadena agroalimentaria ha hecho: reforzar sus medidas de seguridad y salud, incrementar el empleo, invertir y formar a sus equipos para asegurar su perfecto funcionamiento. Pero ante todo está el enorme compromiso que empresarios, autónomos y trabajadores del sector han asumido con la sociedad, lo que quiero agradecer como presidente de la Federación Empresarial de Agroalimentación de la Comunidad Valenciana (Fedacova).

Y nuevamente, en este punto, vemos esencial la alineación de las políticas públicas con la realidad económica, para lo que resulta imprescindible que cualquier medida que se adopte no sólo tenga el respaldo del conjunto del arco parlamentario, sino que, además, y quizás es lo más importante, esté cobijada bajo el diálogo social. Diciéndolo más claro: es un atropello democrático y constitucional que se adopten medidas de carácter económico y laboral en el contexto de esta crisis y bajo el pretexto del Estado de Alarma, sin contar con los empresarios y con la patronal.

Pero no nos equivoquemos, el mayor riesgo al que estamos asistiendo en nuestro país es el de la crisis social, el de la ruptura social, como llamaba la atención al principio de este artículo. Como sociedad civil, y los empresarios somos parte activa de la misma, no debemos tolerar que la crisis sanitaria y económica desemboque en una crisis social, donde la crispación, el enfrentamiento y la división sean las nuevas reglas del juego.

Aunque a nuestros dirigentes políticos les agrade más moverse en un terreno de juego embarrado que en el del sentido común y en el de la unidad, nosotros como sociedad no podemos ni vamos a permitir que se eche por la borda todo el trabajo que desde la Transición hasta la fecha hemos hecho entre todos para construir una de las mejores naciones del mundo, con una democracia plena, con unos profesionales sanitarios de los mejores del mundo y con unos empresarios que, junto a sus equipos, han sido capaces de sustentar nuestro actual estado del bienestar.

Son tiempos para apostar por nuestro sistema sanitario, por la ciencia, por las empresas y sus equipos, el emprendimiento, la tecnología y no para postureos políticos. No caigamos en la trampa del enfrentamiento estéril y trabajemos todos unidos por España.