Después de la pandemia el mundo será diferente. Y para mí será más triste sin mi abuelo, mi gran héroe. Antes de la llegada del COVID 19 acababa de recuperarse de su quinto ictus y, siempre que me veía (aunque últimamente le costaba reconocerme) sonreía y se señalaba la cara, indicándome que le diese sus cinco rigurosos besos por mejilla. Mi abuelo sobrevivió a una guerra civil y a muchas situaciones vitales complicadas, pero se lo ha llevado por delante un virus que no ha tenido compasión con nuestros mayores y que no nos permitió pasar con él las últimas horas de su existencia. Hace ya unos días pudimos depositarlo con mi abuela, que era donde él quería descansar. Ya están juntos y estoy segura de que desde arriba los dos nos están dando fuerza para pasar una situación que ni en el peor de nuestros sueños pesábamos que nos iba a tocar tocar vivir. La despedida fue dura y no pudimos decirle adiós como nos hubiera gustado. Aunque reconozco que a veces me cuesta creer en las cosas que no veo, las frases y las palabras de la Biblia que se dijeron en el entierro me dieron un poco de serenidad y paz.

De todas las cosas que he leído en este mes largo de confinamiento una de las que más me ha llamado la atención ha sido un antiguo proverbio chino que decía lo siguiente: «El batir de las alas de una mariposa puede provocar un huracán en la otra parte del mundo».

Creo que estas palabras nos han hecho darnos cuenta de que, por muy grande que sea el mundo, si la mariposa bate las alas no podemos ser ajenos a ello. Por muy lejos que nos encontremos los unos de los otros, todos los actos tienen consecuencias, incluso algo tan común como saludar a un familiar con un cariñoso abrazo. Jamás me habría imaginado a finales de Enero, cuando volvía del Open de Australia y veía en el aeropuerto de Abu Dhabi a todo el mundo utilizando mascarillas, que dos meses después fuésemos a estar totalmente confinados.

Durante este mes de confinamiento en mi casa he tenido tiempo para reflexionar mucho, ver las noticias y analizar la respuesta la gente. ¡Parece que estamos inmersos en una película! A mí me recuerda a «Guerra mundial Z» con las calles vacías, casi sin coincidir con la gente, y tratándonos con esa cercana lejanía que nos permiten el metro de distancia, la mascarilla y los guantes. Esto genera inseguridad y se te quitan las ganas de ir al supermercado, ya que no quieres tocar nada, no te quieres contagiar y solo quieres que pase, que pase rápido, que los 90 minutos de la película de terror terminen en el cine e irnos a cenar.

De lo que me he quedado gratamente sorprendida es de la capacidad de adaptación que tiene el ser humano. Hemos sido capaces de pasar ocho horas trabajando, viviendo casi todo el día fuera de casa, luchando por pasar más tiempo con los niños€ ¡a convivir con ellos las 24 horas del día durante más de un mes! Siempre se dice que no hay mejor manera de reaccionar que ponernos al límite, pero aquí el límite ha sido un abismo.

No soy socióloga ni futuróloga, pero me encantaría que de esta grave crisis sanitaria fuésemos capaces de sacar algunas conclusiones y que la sociedad cambiase de ahora en adelante, al menos un poquito. Espero que miremos más a los ojos, empaticemos más con la gente, seamos más generosos, trabajemos mucho en el civismo, en la capacidad de vivir en el presente y tengamos una mayor capacidad para eliminar el egoísmo, la envidia y nos centremos en lo que es realmente importante...la vida. No digo que la mayoría de las personas no sean generosas y empáticas, pero creo que el ritmo de vida en muchas ocasiones nos hace salirnos de ese camino. Siempre recordaré la frase que Gonzalo López (mi entrenador durante 16 años) me repetía una y otra vez: «Anabel, primero eres persona y luego tenista». En estos últimos años, después de retirarme del tenis profesional, me he dado aún más cuenta de que lo importante en la vida es que las personas te valoren por lo que eres a nivel personal y humano, no solo a nivel profesional. Lo primero debe ser siempre la familia, los amigos, tu pareja, tu hijo, tu mascota... Es importante saber priorizar la visita a alguien que lo necesita antes que una reunión de trabajo o una comida en familia antes que una videoconferencia laboral. Estos momentos nos han demostrado lo vulnerables que somos, que muchas cosas no dependen de nosotros y que estamos en manos de un destino invisible que toca a la puerta cuando el tiempo ya ha pasado, se ha consumido o no hay vuelta atrás. Estoy segura de que a todos los que, como yo, habéis perdido a un ser querido estas semanas también se os han pasado cosas parecidas por la cabeza y que ahora valoráis más el tiempo y la familia.

Disfruta, ríe, llora, ama€ pero vive tu vida y no permitas que otros la vivan por ti. Toma tus decisiones. Porque nunca sabrás si el aleteo de una mariposa al otro planeta puede volver a cambiar tu mundo.