Existe un entremés de Cervantes llamado El Hospital de los podridos, donde unos odian a otros por los más disparatados motivos. Al envidioso nada le ha podido contentar jamás, si otro posee lo que a él le apetezca. La novedad es, hoy, que el envidioso desee los avances sociales sociales que se han creado con sudores para atenuar la desigualdad de los colectivos más castigados. A desprecios semánticos como 'el lobby gay', 'los de la paguita', 'los negratas', 'las feminazis', o 'los comunistas' cabe ahora el derecho de las clases acomodadas a hacer escraches. Y, peor aún, a compararlos como algo que, si ellos no pueden hacer, nadie debería hacerlo. Sólo faltaba argumentar, para ilustrar sus tesis, que alguien atracó a una anciana al grito de "¡Viva el comunismo negro!". La cuestión es banalizar los derechos, ridiculizar la igualdad como un disparate y usar, en su provecho, las únicas armas de las que disponen los que son machacados por una minoría de la sociedad despiadadamente hedonista. Materialista no, pues si los pobres también piden dinero y no abrazos, son tan materialistas como los que más.

La apatía e indiferencia del mundo hacia los vulnerables, los que no son nadie, será digna de estudio en el futuro. Denuncias a la impunidad ha habido muchas. La del judío Simón Wiesenthal en 1947, que persiguió a los huidos criminales de guerra nazis. La de la agrupación argentina HIJOS por el indulto de Carlos Menem de 1995 a los genocidas del Proceso. O la que tuvo lugar tres años después de la crisis inmobiliaria del 2008, por parte de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca que organizó un escrache virtual para que la Mesa del Congreso, formada por PSOE, PSC, PP, CIU y PNV, admitiera a trámite su Iniciativa Legislativa Popular mientras que la banca, aún en el año 2013, seguía adjudicándose viviendas en subastas por la mitad de precio utilizando a sus filiales inmobiliarias de manera legal.

En marzo pasado, vecinos del barrio del Carmen y de Giorgeta alertaron a las autoridades del posible foco de contagio que podían suponer los indigentes y familias sin recursos que viven en sus calles, pidiendo su traslado a albergues municipales. Al ver que en las calles vacías sólo se movían ellos impunemente, incluso pidieron urinarios públicos por razones de salubridad. Tantas hostilidades de la brigada de buenas costumbres no se hubieran podido detener ni informándoles convenientemente de que ninguno de los sin techo analizados en los albergues dio positivo en la prueba del Covid19. Lo bueno de ser un paria social es que la sociedad no te infecta, porque jamás se acerca a ti lo suficiente, a no ser que vivas por la Cruz Cubierta, Nazaret o La Coma.

Tampoco les basta la ineludible evidencia de que las zonas de los países más industrializados, los motores, volantes y tubos de escape de nuestra economía, estén siendo el ventilador de mierda de la epidemia y de la criminalidad extendida: desde sus dirigentes de espectáculo burlesque, a sus machetazos a los Derechos Económicos Sociales y Culturales, llamados simplemente 'derechos sociales' para que parezca que no pertenecen a un asunto económico prosaico, sino la utopía de unos ciudadanos desocupados amantes de la poesía mística.

Por supuesto, el gobierno está poniendo toda la carne en el asador para relanzar la economía, la misma economía que nos sumió en esta miseria y que no admite peros, que ha despreciado todo lo que no sea de consumo rápido, que ha elevado -ahora que hemos tenido tiempo hemos podido verlo- a gusanos humanos a la altura de grandes comunicadores, literatos o deportistas unidos únicamente por su deseo de cobrar el máximo y evadir impuestos.

Antes de salir como locos al parque, luego a correr, luego a tomar cervezas, nos informamos de cómo va la cosa Estados Unidos, Alemania, Francia, China, Rusia. Si nos detuviéramos en un espejo que debería ser para nosotros más humanamente real, quizá recibiéramos una lección de humildad. Portugal, con el doble de población, tiene menos pérdidas humanas que lamentar que aquí en toda la Comunidad Valenciana. Su gobierno sigue unido con la oposición desde el primer día. Seguramente tengan que retrasar la 'desescalada' por nuevas infecciones especialmente en las empresas, y seguramente lo acatarán con calma, como han hecho hasta ahora. Y aunque que el calor les lleve a ir a la playa, sin duda lo harán con más prevención que con alegría, alegría que nunca está de más, excepto cuando sobra.