La crisis financiera y económica de 2008 tiene muy poco que ver con la que ha desatado actualmente la pandemia del Covid-19. Si la primera puso en marcha una respuesta financiera global, con recetas más o menos contrastadas desde el punto de vista de su efectividad en el tiempo, ésta nos ha cogido en pleno auge de los nacionalismos, con múltiples liderazgos locales, y con un horizonte de salida incierto, que dependerá de la disponibilidad de soluciones médicas efectivas a largo plazo. Todo lo que conocíamos hasta ahora en relación con los ciclos económicos, y la posibilidad de intervenir en ellos, ha quedado en suspenso. Por el contrario, nos movemos en escenarios excesivamente fluidos que cambian en cuestión de días.

En estos momentos, todos los países centran su atención en la necesidad de equilibrar la crisis sanitaria con la crisis económica, una ecuación que incluye en su formulación una evidente antítesis entre estos dos términos. Si la crisis sanitaria demanda cierres, aislamientos geográficos, cancelación de viajes por el mayor tiempo posible, la superación de la crisis económica exige actividad comercial, compras, consumo y empleo durante el mayor tiempo posible.

Hasta el momento, ningún país ha dado con la fórmula específica para resolver la ecuación, y en su lugar, nos debatimos entre dos escenarios posibles: el de una recesión con formas que oscilan entre la V y la U, o el de una depresión que hunda sus efectos durante mucho más tiempo. En el caso de España, las previsiones macro realizadas por el Gobierno pronostican una caída del PIB superior al 10%, con un impacto amplio en todos los sectores productivos, entre los que destaca el turístico, que genera un negocio inducido superior al 14% del PIB.

La crisis de 2008 puso a prueba el tejido empresarial valenciano, que vio en los mercados exteriores una salida a la caída de la demanda interna. Sin embargo, la estrategia que puedan adoptar hoy nuestras empresas, con estar también basada principalmente en la búsqueda de nuevas oportunidades de negocio en el exterior, presenta algunos matices diferenciales sobre el escenario precedente.

Este rasgo diferencial se aprecia, en primer lugar, en la propia configuración del mapa internacional de oportunidades. El hecho de que la eurozona sea hoy la región del mundo más castigada, con una caída del PIB en torno al 7%, según las previsiones de los organismos internacionales, cuestiona su capacidad de tracción para nuestras exportaciones en el corto y medio plazo. Hay que recordar que este mercado absorbe casi el 50% de la oferta exportadora valenciana.

En una crisis global como la que estamos viviendo, la carrera está centrada en quién activará su economía primero, aunque sin olvidar que existe el riesgo de que se produzcan rebrotes de la pandemia que amplificarían los daños económicos. Asimismo, la diferente incidencia del virus por las distintas regiones del mundo también ofrece algunas pistas relacionadas con posibles oportunidades de negocio. Hemos visto, por ejemplo, como el virus ha tenido un menor impacto en algunos países de Asia, Oriente Medio y África, cuyo rasgo en común es su mayoritaria población joven.

El consejo que se puede dar a las empresas valencianas en este momento es que el negocio internacional seguirá existiendo tras el COVID-19, y que quizás sea el momento de avanzar en la estrategia de internacionalización, evolucionando desde la condición de empresas exportadoras a empresas internacionales, con presencia estructural en los mercados de destino.

La crisis del coronavirus ha puesto en cuarentena no solo a las personas, sino también muchas ideas que durante años habíamos dado por inamovibles, como que China sería para siempre la fábrica del mundo. A partir de ahora es previsible que muchos Gobiernos se estén planteando la posibilidad de apoyar la relocalización de sus industrias, de igual manera que muchas empresas van a tratar de aproximar las cadenas de suministro a sus mercados. Por tanto, estar presente con unidades de producción y distribución propias, o mediante alianzas locales, en los mercados de destino o adyacentes constituirá una ventaja para las empresas.

Esta crisis supondrá de nuevo un revulsivo para que las empresas piensen a largo plazo y reinventen sus negocios. Es más que seguro que, además de esa reconfiguración del mapa de oportunidades en el mundo, asistamos a un cambio en las prioridades de consumo y en los hábitos de vida de los consumidores. De hecho, ya hemos visto como algunos sectores han seguido tirando al alza, como los de teletrabajo, comunicaciones, equipamiento médico o alimentación. La rapidez en la detección de esas nuevas claves de mercado será la que marque la diferencia, junto a una reconfiguración de los modelos y las estructuras para tratar de maximizar la eficiencia de los recursos.