Este fin de semana no, el anterior, el navegador del coche me jugó una mala pasada, de esas que alargan el camino hasta términos inusitados. Quizás por culpa mía, porque lleva pidiendo una actualización desde hace meses y, sobre todo, porque me encabezoné en salir de Teruel pasando por Villahermosa del Río. No sé si habrán estado en esta localidad castellonense, pero su entorno es espectacular. De repente, los altiplanos de Gúdar-Javalambre parecen caer al vacío entre montañas escarpadas, todas ellas cubiertas de una masa boscosa fascinante con predominio del pino rodeno y los alcornoques. Desde el municipio turolense de Puertomingalvo sale una carretera serpenteante, parcheada en muchos tramos, que obligan a reducir la marcha y saborear la inmersión.

Conforme pasan los kilómetros, la temperatura va subiendo, alentada por la menor altitud y el bloqueo de la brisa fresca del Mediterráneo que ejercen las últimas estribaciones del Sistema Ibérico. Una vez en Villahermosa hay dos opciones: tomar el camino fácil hacia el este y sureste o coger la intrincada, que te mete en el corazón del Alto Mijares. El núcleo duro. Si hay tiempo, la segunda es la más recomendable. La carretera te aúpa de nuevo, con el Peñagolosa en la retaguardia y los pinos trazando una infinita bóveda de cañón que sólo se rompe, de forma transitoria, en esas curvas de herradura que obligan a meter primera y a un hábil juego de pedal, embrague y acelerador, al filo del nocaut. Allí el cielo se estrecha y en estas fechas habitualmente luce salpicado de cúmulos y cumulonimbos, que asoman sus contornos blancos y ampulosos sobre las cimas de la serranía.

Muchos desconocen esta joya de la naturaleza que acoge a un ramillete de pueblos preciosos cada vez más despoblados. Las curvas se encadenan hasta San Vicente de Piedrahita y, pasados unos minutos, Montanejos. Cerca de esta localidad, ya más popular por su zona de baño, está el pueblo de Cirat, considerado como la capital de la comarca. Allí la Asociación Valenciana de Meteorología este sábado ha puesto en marcha su trigésimo segunda estación propia, que tomará las constantes -datos- de esta zona marcada por la continentalidad (avamet.org).

Los veranos son a menudo calurosos, con máximas de entre 35 y 40 ºC, y los inviernos suelen deparar numerosas madrugadas de helada que ahora podremos cuantificar a tiempo real, gracias a esta familia de entusiastas. Además, han instalado una webcam que nos mete el aroma del bosque en nuestro salón. Mano de santo, porque el dichoso confinamiento despertó en mí una «mijaresdependencia» tremenda.