Mucho se está hablando en los últimos meses de la futura ley trans, pero la verdad es que no hay apenas conocimiento de ella ni debate social. Tampoco se dialoga con el movimiento feminista que ya lo ha solicitado. Asistimos, pues, a generalidades y a etiquetar de transfóbicas a las personas que tenemos serias dudas sobre el hecho de que esta ley pueda ayudar a las gente a vivir mejor. Y también al tipo de sociedad que queremos, ya que esta ley pone el peso de la supuesta libertad de decisión sobre el cuerpo, que se convierte así en un objeto central de toda esta liberación.

También vemos muy peligroso el futuro de muchas niñas y niños influidos por esta presión circundante a si sufren alguna disforia o malestar con su sexo. Vemos a criaturas de 7 y 8 años haciendo declaraciones como si a esa edad se pudiera tener una madurez para una decisión de este tipo.

Las lágrimas de la ministra Irene Montero el pasado 25N quisiera verlas como un símbolo de esperanza de que todavía hay tiempo para que su ministerio sea la casa de todas las feministas. Ministra de Igualdad, esta futura ley, tal como está planteada abre la puerta a la autodeterminación del ‘género sentido’ para las personas que no se sientan bien con el sexo que la naturaleza les ha dado. Permítame algunas aclaraciones importantes.

Cualquier problema humano del tipo que sea siempre habrá que afrontarlo con acompañamiento , con la ciencia, con la razón y con el humanismo pero no con el deseo individual como único límite.

Ninguna feminista dice que las personas transexuales no tengan derecho a serlo. Ha sido el feminismo quien ha defendido siempre a quienes rechazaban los estereotipos, los clichés, es decir, el género. Ante la transexualidad y su proceso, el feminismo nada criticó, nada cuestionó.

Lo nuevo de esta ley trans es que va a proporcionar a las personas incluso sin mayoría de edad la llamada autodeterminación del género, lo que en la práctica consistirá en pasar a asignarse de manera individual el ‘genero sentido’. Un varón pasa a autodeterminarse mujer o viceversa.

Pretender que la identidad de género es un concepto esencialista es absolutamente falso, ya que el género es un constructo cultural y lo que pretende esta ley es la autoasignación del sexo -aunque le llamen autodeterminación del género- a la gente que no acepta el sexo que le ha dado la naturaleza. No olvidemos que a las mujeres, por haber nacido con el sexo femenino, se nos ha tratado en absoluta desigualdad, adaptando y variando, según la época, el estereotipo del género para que pareciera algo natural, algo esencial y así legitimar nuestra desigualdad. Queremos acabar con el género de una vez por todas. Y esta ley eleva el género a algo esencialista al ser interior. Por favor, esto es grave y además no es feminista. Va contra nuestra lucha de siglos.

Autodeterminarse como escriben ustedes es una manera de afrontar un problema de salud desde una óptica absolutamente individual sin tener en cuenta a profesionales de la salud, a la ciencia, a la razón. Es situarse en el individualismo por excelencia, en un mundo de hadas y príncipes: rosas y azules.

La despatologización, como también dicen ustedes, va por el mismo camino. Cada persona, mirándose a si misma, decide que vive una incongruencia con su sexo asignado y decide, sin tener en cuenta a la ciencia ni a la salud, adquirir una nueva ‘identidad de género’. Y resulta que esa identidad de género reproduce todos los estereotipos que ha rechazado el feminismo.

Esta ley y la filosofía ‘queer’ que la alimenta ya está presente en procesos de coeducación desde hace años, en las comunidades autónomas, influyendo en niñas y niños como si el ‘género sentido’ fuese lo más emancipatorio y enriquecedor del ser humano. Hemos visto a menores de 7 u 8 años hablando de su transición con unas declaraciones que no pueden venir de ellos. Han memorizado el discurso.

Cualquier nueva ley tiene que tener una perspectiva social. ¿Qué tipo de sociedad están promoviendo? Legislar para y sobre deseos, emociones y problemas individuales es una deriva que refuerza totalmente la sociedad neoliberal cuyo lema es: no hay colectivos, hay personas, individuos, hay tanta diversidad que lo que cuenta ya no es lo social. Lo que importa es el o la consumidora ideal aunque sea por la razón más aberrante. Esto se llama neoliberalismo y como dijo Thacher, «no hay colectivos, hay personas». Y este es el peligro: abrir la puerta para que el mirarse cada uno y una su ombligo sea la palanca del devenir. Este modelo social ni va por el camino de la igualdad ni por la emancipación del ser humano, y mucho menos para acabar con la desigualdad de las mujeres. Países donde los derechos de las mujeres no existen en su totalidad ya tienen legislación transgénero. Todo es mercancía y etiquetas; los seres humanos son un filón. La firma Gucci ya ha apostado por la ley trans.

Leyendo sobre las almas azules y rosas estoy viendo que esto empieza a convertirse en una nueva religión: o estás conmigo o eres trásnsfoba. Como laicistas, no podemos permitir que esta visión se transmita en la escuela como una liberación emancipatoria cuando no es así. Reivindicaremos siempre la ciencia, la razón y el sentido común. Estamos asistiendo a hechos inesperados, a momentos difíciles pero lo que nunca había imaginado es que el mundo de los deseos iba a seducir tanto a la llamada izquierda.

Ministra, que sus lágrimas le sirvan para reflexionar, por favor. ¿De verdad quieren esto para sus hijas e hijos, una sociedad tan deshumanizada? Espero que el sentido común y la lucha feminista les haga cambiar de rumbo.