Parece que la leyenda de la Torre de Babel proviene de las ruinas del zigurat de la ciudad de Ur, en lo que hoy es Irak, cuya restauración reciente se debe a Sadam Hussein, según apunta Eduardo Mendoza en, «Las barbas del profeta», de cuyo original representación gráfica de Pieter Bruegel el Viejo podemos encontrar en el Kuntshistorisches Museum de Viena.

Aunque todos entendemos que la historia es alegórica y que para paralizar una construcción de esas características debían darse razones más profundas que las que corresponden a una confusión lingüística, también Europa tiene su propia Babel.

Así, en el caso de la construcción europea, la prensa británica ofrece opiniones para todos los gustos sobre el Brexit, pero quizás el periódico escocés The Scotsman recoja el sentimiento más generalizado existente en el Reino Unido, menos unido que nunca, y en la Unión Europea, más dividida que siempre. ‘Farewell, not goodbye’, se trata de una despedida, no de un adiós.

O, en palabras del propio primer ministro, Boris Johnson, ‘This is not an end, but a beginning’, esto no es un final, es el comienzo. El comienzo de la cuenta atrás, ‘the final countdown’, la apuesta para toda una generación, como cuestiona, The Guardian.

Una generacion venidera, y otra, la nuestra, de los europeos que vivimos la juventud de los años 60 en el Reino Unido y que hoy nos encontramos huérfanos del referente que conocimos y, ante el cual, no podemos sentirnos indiferentes. El Reino Unido no puede entenderse sin Europa, pero tampoco Europa sin el Reino Unido.

Londres, entre otras ciudades británicas, nos enseñó a convivir, nos abrió las mentes al entendimiento, nos afirmó la importancia del convencer más allá de vencer, del diálogo social frente a la defensa de la verdad individual. El logro del consenso ante los cambios necesarios, la integración de la diferencia, el asilo de los exiliados. Freud, Marx o Chaves Nogales, recientemente recuperado, entre otros, grandes intérpretes de nuestro tiempo, residieron allí hasta su fallecimiento. Era la cara amable de la integración social, aún con la discriminación latente, la aceptación de la diversidad sexual, el respeto a la intimidad personal.

En qué queda hoy la apuesta generacional que en su momento hicimos por la tolerancia frente a la intransigencia. En qué idioma tendremos que entendernos para evitar la parálisis de la Babel en Europa. El desánimo abunda hoy entre quienes nos encontramos con un Reino Unido, desunido, carente de alguno de los principios que nos resultaron tan consistentes.

Pero el Reino Unido continúa formando parte de Europa, cómo no puede ser de otra manera. Se trata de una sociedad tolerante, multicultural, disidente, que forma parte de la realidad europea. La fina ironía británica, su pudor al mostrar las diferencias, su energía al marcar las posiciones, forma ya parte de una cultura que la Unión Europea, no puede ignorar, no solo por razones comerciales.