La virtud colonizadora y próspera de la red ferroviaria no depende únicamente del dinero que se invierta en ella, sino del carácter que los habitantes de los pueblos comunicados entre sí impriman en sus transacciones. En España siempre contamos con ser europeos en nuestros planes, pero finalmente topamos con que nuestro orgullo no es colectivo como el de los ingleses, el de los italianos o el de los argentinos, que forman colonias allá donde van: nuestra fuerza psicológica es individual, e históricamente nuestras mejores inversiones se han dado siempre en grupos o personas de empuje más que en estrategias de responsabilidad comunes. Más todavía cuando las inversiones llegan a muchos de nuestros pueblos como una cosecha milagrosa.

No hago un análisis sesudo sobre lo idóneo donde consolidar la propuesta de ubicar la nueva zona logística del corredor mediterráneo en la provincia de Alicante. Se habrá pensado en un lugar céntrico, que irradie por tierra mar, aire y los dos anchos ferroviarios, el ibérico y el internacional, las bondades a la mayor parte de comarcas a través de apoyos al plan estructural de otros municipios del tejido industrial. Pero en cuestiones de personalidad no puedo evitar empatizar con la psicología del pueblo noveldense, cuyas capacidades se han situado por necesidad y empuje más allá de sus límites geográficos.

Tampoco hace falta bucear en hemerotecas para saciar nuestra curiosidad por el entusiasmo que los noveldenses han tenido siempre para salir adelante: el esfuerzo recompensado en beneficio de todos se destila en las palabras de agradecimiento que el ingeniero naval Jorge Juan dedica al lugar donde se le permitió emprender el vuelo: «Soy natural de la Universidad de Monforte», escribió en su carta de ingreso en la Orden de Malta. Se nace noveldense, pero se forma uno como tal observando pacientemente cómo gira el mundo. Esperando el momento adecuado para poder moverse entre sus mecanismos. 

Estamos ante problemas graves como para dejar en invectivas banales la difícil tarea de pensar unida con la del movimiento. Una cosa son las teorías, que nunca están de más, y otra es echar a andar buscando caminos sobre la mar a partir de un puerto seco. Para tan cruciales decisiones no bastan los juicios de rigor que implican las estadísticas. Ni ese marketing al estilo americano que se despliega como la mantequilla en un país uniforme como Estados Unidos y que no tiene en cuenta más que las realidades al estilo Henry Ford que no contabilizan el enorme y enriquecedor capital humano. 

Al igual que otras esforzadas poblaciones de la provincia, Novelda posee en su haber una profunda noción de lo que es la filantropía, cultivada en propuestas que se han ganado el respeto de los todos. Se ha postulado, como el que más en Alicante, en la tarea de prevenir el agravamiento de la crisis en los más desfavorecidos a través de propuestas como Alicante Gastronómica Solidaria, y los ingresos de aquel corto que ganó el Goya sobre personas que superaron sus dificultades, se siguen donando a la Cruz Roja. Saber vivir es también conocer penurias y estar alerta antes de que nos dobleguen.

Mirar por los demás no tiene otro objeto que el de generar riqueza sin riesgo inmediato, defendiendo la pobreza de desigualdades que desequilibrarían la balanza vital de nuestro sistema económico. No hay ninguna máxima tan productiva como devolver en filosofía lo que se ha invertido en comercio. Mientras que los avances tecnológicos se convierten en herramientas obsoletas, el saber qué significan las cosas, su valor, para qué sirven y cómo repartirlas en beneficio de todos, es un activo que nunca se desgasta en poblaciones como Novelda, siempre en pie a pesar de las fluctuaciones de los acontecimientos. 

Frente a la concentración de bienes e infraestructuras, para mirar a ese futuro en el que los más afectados aún están por llegar, habría que establecer un turno pacífico para el uso de las oportunidades y confiar en los que después de transformar un euro en trabajo son capaces de imaginar el proceso contrario: convertir el trabajo en euros, cosa que es muy de esperar en un pueblo tan enérgico como es el de Novelda.