Es notorio ya que Pablo Hasel ha sido detenido y encarcelado para cumplir una pena de prisión de 9 meses por enaltecimiento del terrorismo. Y cuando digo que es notorio, es porque es más que notorio. Día sí y día también somos testigos de la violencia que asola las calles de determinadas ciudades, como Barcelona o Valencia. Contemplamos atónitos el destrozo de locales, escaparates y negocios que nada tienen que ver con una malentendida libertad de expresión y derecho a manifestarse. Tras casi un año de pandemia, limitaciones a la movilidad, restricciones sociales e incluso laborales, el grueso de la población no logra entender que nadie haya sido capaz de salir a protestar por ello, pero, en cambio, sí se salga – y vaya de qué manera – a defender a un convicto.

Los hay que entienden que en España no hay libertad de expresión, que vivimos en un Estado opresor, y por ello defienden al rapero. Los hay, también, que creen que el rapero ha entrado en prisión por insultar o acometer contra la Casa Real – recordemos que también está integrada por personas, con iguales derechos al honor o la propia imagen –, pero, sin embargo, ¿los hay que se hayan parado a informarse convenientemente sobre quién es este rapero? ¿Se han parado a leer algunas de sus letras o de sus tweets? Quizás no, y crean simplemente que ha sido encarcelado por cantar y contar “realidades”, pero la realidad es que, desde luego, rebosa el amplio margen que concede la libertad de expresión. Y es que sinceramente creo que se ha prostituido la libertad de expresión. Se ha pensado que es un paraguas bajo el que cabe cualquier tipo de acto o expresión, sin entender que como cualquier derecho, está sujeto a limitaciones. Limitaciones que, por cierto, la propia Constitución ya establece en el mismo artículo en el que la reconoce. Algunos al leerla, por lo visto, se quedaron en la primera parte.

Si bien es cierto que la mayoría de sus condenas están pendientes de sentencia firme, el rapero acumula ya un amplio abanico de antecedentes penales. Y es que acumula ya sendas sentencias condenatorias por, entre otras cosas, enaltecer al terrorismo –delito por el que es reincidente –, por lesionar a un periodista, insultarle y arrojarle líquido de limpieza a la cara, así como por amenazar a un testigo en un juicio contra un amigo suyo –condena que, por cierto, ha sido confirmada recientemente por la Audiencia Provincial de Lleida, si bien tampoco es firme –.

Y llegados a este punto, yo me pregunto: todos los que salen a la calle a protestar pidiendo la libertad de Pablo Hasel, ¿de verdad lo consideran un héroe? En fin, si esto es un héroe, entonces yo ya no sé dónde está el norte.