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Abuelo, el cuento del 23-F no lo entiendo

De las pinceladas humorísticas que la tele nos ha ofrecido sobre el golpe del 23-F, quiero resaltar la de El intermedio (La Sexta). Como que han pasado 40 años de aquello, y la mitad de la población o no habían nacido o eran menores de 10 años, el abuelito Wyoming se sentó en un sillón de orejas y le contó a su nietecita Cristina Gallego cómo fue aquello del Tejerazo en el Congreso. Se lo explicó como un cuento, un cuento titulado El picoletillo valiente.

Mientras el abuelito Wyo iba leyendo la historieta, la nieta iba escuchando atentamente. De vez en cuando fruncía el ceño. No le casaba la cronología de los hechos con el papel de los grandes protagonistas del cuento. Se iba calentando la nieta. Le preguntaba: “Oye abuelo, ¿por qué Juan Carlos tardó más de siete horas en rescatar España? ¿Quizá porque estaba en Abu Dabi?”. Y Wyoming se desesperaba y decidió acabar su lectura rápidamente diciendo: “Pues mira, colorín colorado este cuento se ha acabado”. Y entonces Cristinita entró en cólera. No había entendido nada en absoluto. Estaba furiosa. Y enarbolando una pistola, como la de Tejero, que sacó de entre sus juguetes, apuntó a su abuelo Wyo y le espetó: “¡Vuelve a contármelo otra vez! ¡Lee coño!”. O sea, cuéntame el cuento de nuevo que no he entendido nada, abuelo.

¡Ahh! La moraleja de esta historieta es evidente. Los niños no son tontos. Desde luego mucho menos que nosotros. Y cuando les cuentan un cuento lo mínimo que exigen es que sea coherente. De modo que a ver cómo pasará a la Historia lo de Tejero y lo del mensaje regio por la tele siete horas después. Según el relato que persista, nuestros nietos se van a mosquear enormemente ante la inconsistencia narrativa del cuento.

BORIS Y LOS PAPELES DE BÁRCENAS. En el programa de humor de Dani Rovira La noche D (TVE-1) apareció Boris Izaguirre. Aseguró que sabe dónde guarda Bárcenas sus famosos y secretos papeles. Contó que coincidía con él en un gimnasio muy exquisito de Madrid, y que tenía la taquilla de los vestuarios junto a la de él. Añadió que la taquilla sigue estando a su nombre. O sea, cerrada a cal y canto, la taquilla aguarda a su dueño. “¡Ahí lo tiene todo! ¡Todo!” exclamó Boris con gran excitación. Y mirando a cámara, le mandó a Casado un mensaje: “¡Llámame Pablo! ¡Call me!”. Hombre, aquí a quien hay que llamar es a un cerrajero.

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