Desde hace algunos años sabemos que la demografía y la actividad propia de la especie humana afectan a la habitabilidad de la Tierra. Por primera vez en la historia, los seres humanos pueden convertirse en ciudadanos del mundo conscientes de la naturaleza de las amenazas y de la necesidad de una respuesta adecuada y oportuna.

Esta nueva etapa en la historia de la humanidad, este «nuevo comienzo» al que urge la Carta de la Tierra (2000) de las Naciones Unidas (ONU), requiere un cambio en la mente y en el corazón, un nuevo sentido de la interdependencia global y de la responsabilidad universal. Nuestra diversidad cultural es una herencia maravillosa y debemos encontrar los caminos para armonizar diversidad con unidad mediante la participación de todos... Cada persona, familia, organización y comunidad tiene un papel esencial que desempeñar para construir una comunidad sostenible a escala global.

«Mañana puede ser tarde», advirtió el papa Francisco en su encíclica ecológica ‘Laudato si’ (2015). Y el expresidente Obama añadió lúcidamente: «Es la primera generación que hace frente a problemas de esta naturaleza… y la última que puede resolverlos».

La Carta de la Tierra hablaba de crear «una sociedad global sostenible fundada en el respeto hacia la naturaleza, los derechos humanos universales, la justicia económica y una cultura de paz».

La sociedad actual habla constantemente de llevar una vida sostenible para salvar el planeta. Pero, ¿sabemos qué es la sostenibilidad? El desarrollo sostenible es un concepto que aparece por primera vez en 1987 con la publicación del ‘Informe Brundtland’, que alertaba de las consecuencias medioambientales negativas del desarrollo económico y la globalización, y trataba de buscar posibles soluciones.

Del propio concepto de sostenibilidad pueden sacarse otros tres más. En su vertiente ambiental, la sostenibilidad defiende que la naturaleza no es una fuente inagotable de recursos y vela por su protección y uso racional. En el plano social, la sostenibilidad fomenta el desarrollo de las personas, las comunidades y culturas para conseguir un nivel global de calidad de vida, sanidad y educación adecuado y equitativo. La sostenibilidad también busca impulsar un crecimiento económico que genere riqueza equitativa sin perjudicar los recursos naturales.

En definitiva, la sostenibilidad trata de conservar los medios naturales y los seres vivos del planeta (plantas, animales y personas).

En este sentido, es el concepto de ‘Una sola salud’ (‘One Health’) el que ha conseguido integrar las relaciones siempre cambiantes entre los animales, las personas y el planeta que comparten la «casa común que debemos preservar». Y somos muchos, médicos y veterinarios, los que creemos llegada la hora de que ambas líneas paralelas confluyan y aúnen en un proyecto común.

Pero, ¿cómo podemos alcanzar ese desarrollo sostenible? Como una nueva hoja de ruta para lograrlo, la ONU aprobó la Agenda 2030 que contiene los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), una serie de metas comunes para proteger el planeta y garantizar el bienestar. Diecisiete objetivos interrelacionados, que se resumen en las siguientes metas: la erradicación de la pobreza y el hambre; universalizar el acceso a servicios básicos, como agua, el saneamiento y la energía sostenible; apoyar la generación de oportunidades de desarrollo a través de la educación inclusiva y el trabajo digno; fomentar la innovación e infraestructuras resilientes creando comunidades y ciudades capaces de producir y consumir de forma sostenible; reducir las desigualdades en el mundo, especialmente las de género; cuidar el medio ambiente combatiendo el cambio climático; y promover la colaboración entre los diferentes agentes sociales para crear un ambiente de paz y desarrollo sostenible.

Uno de los instrumentos más poderosos para garantizar el derecho de todos nosotros y el de generaciones futuras a disfrutar y convivir en un entorno sostenible es la educación. Debemos educar a escala global para construir sin destruir. Debemos inculcar a todos los ciudadanos una responsabilidad compartida, pero diferenciada ante los recursos que nos brinda la naturaleza.

La actual pandemia nos ha enseñado la capacidad que tenemos las personas de cambiar nuestro comportamiento a nivel global y colectivo en respuesta a una amenaza exagerada. Nunca antes habíamos visto algo así en la historia de la humanidad.

En consecuencia, es urgente e inaplazable la puesta en práctica de los ODS. Es preciso trabajar cada día para construir un mundo viable y sostenible, donde la democracia, la equidad y la justicia social, la paz y la armonía con nuestro entorno natural sean palabras clave para la acción y para profundizar en las causas del deterioro con el fin de acometer acciones preventivas. No se trata de crecimiento —tener más—, sino de desarrollo —ser más. No podemos fracasar en la urgente adopción de medidas para salvaguardar la habitabilidad de la Tierra. «Tenemos un solo planeta, ¡cuidémoslo!».