El vídeo nos ofrece un primer plano de tres personas muy conocidas, dos hombres y una mujer, adentrándose en el salón y caminando hacia el centro donde aparecen dos elegantes sillones unipersonales a los que sin dudarlo se dirigen los varones para tomar posesión, despreocupándose de la tercera acompañante.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, asombrada, desconcertada, dubitativa, de pie, observa a sus colegas, hace un gesto con su mano derecha y emite un sonido breve con el que expresa su extrañeza y desagrado, Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía, sentado ya, desprendida del rostro la mascarilla, mira a la mujer, simulando sorpresa por su gesto, Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, reacciona con una mueca de extrañeza, dudando entre alzarse de la silla o dejarse caer definitivamente en la misma. Detrás las banderas de Turquía y la Unión Europea. A continuación nos ofrece otro plano más largo con un escenario ampliado en el cual se ve a la presidenta y al ministro de asuntos exteriores turco sentados en sendos amplios canapés, emplazados a distancia considerable de Michel y Erdogan. En el irregular cuadrilátero que dibujan, con ambos signos, diván y lejanía, palmariamente se pretende resaltar una diferencia jerárquica entre unos y otros y se relega a la presidenta de la Comisión al mismo rango que el ministro turco. Hasta ese momento siempre le había sido dispensado el mismo trato que a los jefes de Estado o de gobierno.

Los hechos se desarrollaron el día seis de este mes en el palacio presidencial Bestepe de Ankara, donde los presidentes del Consejo y la Comisión Europeas estaban visitando a su homónimo otomano. Los dos mandatarios comunitarios habían tenido la gran deferencia de trasladarse hasta la capital turca, lo que significaba un trato privilegiado para su presidente en un momento de profunda crisis para él, objeto de críticas y reproches, tanto en el interior, por la oposición, como fuera del país, por sus actuaciones sucesivas y graves violaciones de los derechos humanos y de las normas que rigen la política internacional.

El objeto del viaje de los altos mandatarios europeos se centraba en llegar a un acuerdo sobre la acogida de Turquía a los varios millones de emigrantes venidos principalmente de Siria, sobre la base del primer acuerdo alcanzado en el año 2016 por el que Turquía se comprometía a frenar los flujos migratorios desde sus costas hacia las de Grecia, a cambio de una importante inyección de dinero. Este es un tema de vital importancia para los germanos, con elecciones legislativas en septiembre, con resultados de las encuestas cada vez más preocupantes para la CDU, el partido de Angela Merkel; Alemania es el país al que pretenden llegar la mayoría de los emigrantes una vez alcanzadas las costas helenas. Europa se encontraba en una posición débil para negociar, por la amenaza de Turquía de lanzarlos hacia nosotros si no se firma un acuerdo a su conveniencia.

Analicemos la actitud de cada uno de los personajes:

-La presidenta de la Comisión, señora Von der Leyen.

Su reacción es contenida y por ello responsable, acepta el lugar asignado. Pudo haber reaccionado impulsivamente ante la afrenta que estaba sufriendo, lo que habría desembocado en un incidente diplomático de insospechadas consecuencias. La imagen representaba una indudable humillación para ella como mujer y como autoridad, y para la Unión Europea por arrogarse Erdogan la libertad de otorgar rango jerárquico diferente a ambos representantes europeos En aras de no empañar el objetivo del viaje no dio más relieve al incidente en aquel momento.

-El presidente del Consejo , señor Michel.

Dubitativo, mirada extrañada, no tuvo una respuesta adecuada, ¿no vió un problema en el incidente?, ¿creyó que era lo que correspondía?, ¿no intuyó su trascendencia?, ¿por qué no se alzó de su sillón, sugiriendo la colocación en el mismo entorno de un tercero para la presidenta?, habría quedado como un caballero y su talla de estadista se habría alargado, habría demostrado firmeza ante a la injusticia y habría transmitido un mensaje de unidad frente a Turquía; incomprensible e injustificable su actitud. Posteriormente a través de las redes y en la televisión belga ha reconocido que no estuvo a la altura que le correspondía, atribuye la responsabilidad del despropósito a las reglas protocolarias turcas y excusa su apática actitud por la intención de no generar un contratiempo.

-El presidente turco, señor Erdogan.

Como anfitrión es el máximo responsable. La disposición del escenario de los hechos era intencionada, indigna, vista con ojos europeos. Es conocido que su virtud más resaltable no es la equivalencia en el trato que merecen las mujeres y los hombres, no ha sido nunca un feminista y está relegando al sexo femenino en su país a una situación superada, de subordinación, de vuelta al trabajo hogareño y a la crianza de los hijos, impidiendo su libre desarrollo como personas, con los mismos derechos y deberes que los varones.

El 20 de marzo Turquía había denunciado el acuerdo conocido como “Convención de Estambul”, redactado en esa ciudad el año 2.011. El alcance de esta decisión implica la renuncia a la defensa de los derechos que se recogen en su articulado: Protección a las mujeres contra todas las formas de violencia y de discriminación y promoción de la igualdad entre hombres y mujeres.

No es coherente la alegación de Erdogan de que la culpa recae en el protocolo de la Unión Europea, porque él lo conoce perfectamente; su actitud debemos relacionarla con el abandono del convenio glosado y la influencia creciente de la tradición musulmana en los modales que quiere inculcar en la población, su actitud encubre un menosprecio hacia las mujeres, una consideración de dependencia del varón, una muestra a su pueblo de que el jefe es coherente con lo que propugna. Los hechos no se habrían producido si la Comisión Europea hubiera estado representada por un varón. Existen precedentes similares, los presidentes europeos eran en aquel momento dos varones Donald Tusk y Jean-Claude Junker, en noviembre de 2015, en el transcurso de una reunión del G20 en la ciudad turco-mediterránea de Antalya, para ellos se dispuso un escenario con tres sillones idénticos, situados en un mismo plano, así queda sellado en las fotografías que estos días se han difundido con profusión.

El profesor de la universidad libre de Bruselas François Foret hacía un didáctico análisis de los hechos. Sostiene y razona que actualmente entre los Estados democráticos a los detalles de protocolo no se les da importancia, en tiempos de las redes sociales la comunicación política busca la proximidad, la inmediatez y la accesibilidad, marginando las etiquetas, los formalismos se consideran superficiales y obsoletos, la Unión Europea ha elevado a su apogeo el rechazo a la ritualización y se evitan las situaciones en las que haya que manifestar precedencia de unas autoridades sobre otras.

La función del protocolo alcanza una significación singular respecto a la Unión Europea porque no falta controversia en cuanto a su naturaleza y al rango de sus numerosas instituciones: Presidente del Consejo, presidente de la Comisión, presidente del Banco Central Europeo, “Alto representante”, presidente del Parlamento, etc. Reciente está la negación del Reino Unido, que acababa de salir de la Unión, rechazó para el designado como “embajador” esa categoría por considerar que la U.E. no tiene naturaleza de un “Estado” como los demás. Otro tanto ha ocurrido con el uso y significado dado a la bandera europea, si bien, por influencia de Francia, la vemos ya ondear o posar en todos los países al mismo nivel que las respectivas enseñas nacionales.

El profesor Foret no duda del propósito deliberado de Recep Tayyip Erdogán, considera que : “El protocolo permite expresar lo que no se dice con palabras, dándolo a ver directamente”. Así es evidente que había una clara intencionalidad encubierta.

El incidente no ha quedado en una mera anécdota, sus consecuencias no han terminado todavía. Ninguna actuación conocida por parte de Erdogán, ninguna disculpa. En cambio el presidente del Consejo ha expresado sus excusas, “dirigidas a todas las mujeres que han podido sentirse ofendidas por estas imágenes”. Von der Leyen ha advertido que no tolerará que la situación se repita.

El pasado día 13 los dos dignatarios, Michel y Von der Leyen, fueron invitados por los presidentes de los grupos políticos del Parlamento Europeo a dar sus explicaciones, y los ha emplazado de nuevo para la próxima semana a fin de hacer lo mismo ante el plenario, con el objetivo de evitar que una situación similar pueda producirse en el futuro.

El equipo del presidente del Consejo sostiene su preeminencia respecto a la presidencia de la Comisión, en tanto que desde ésta se interpreta que existe igualdad entre ambas instituciones. El artículo 15 del Tratado de la Unión Europea dispone que en los temas de política extranjera y de seguridad común el presidente del Consejo representa a la Unión Europea, para el resto, a tenor del artículo 17 es la Comisión quien garantiza la representación exterior. No obstante, en la práctica tradicionalmente se los trata como iguales.

Para concluir, decía Saint Simon hace ya dos siglos: “Il n’existe d’autre inégalité que celle des capacités et de mises”, podemos suscribir esta frase y adaptarla al presente contexto, no existen más diferencias entre hombres y mujeres que las que la naturaleza nos ha atribuido y las maneras de vestirse, ninguna diferencia que no nos haya otorgado la creación es legítimo añadir por los humanos.

Por eso hay que admirar a Mario Draghi por el coraje de afear la actuación a Erdogán, llamándolo dictador, y al mismo tiempo manifestar su consternación por la humillación soportada por la presidenta de la Comisión. Hubiera sido también interesante un pronunciamiento similar por parte de Donald Tusk, Jean-Claude Junker u otras personalidades con prestigio en Europa así como de las asociaciones feministas.