La transición ecológica viene a ser un proceso de orientación e implementación de medidas que vayan en la dirección de un modelo productivo y social más ‘amistoso’ con el medioambiente. O como señala Ernest Garcia, es una expresión bastante vaga e imprecisa, un término fundamentalmente político( y sigue) se puede entender que la transición lo es al mismo modelo actual solo que alterado parcialmente para convertirlo en ambientalmente viable.

Para llevarla a cabo, España recibirá por medio del fondo Next Generation UE alrededor de 150.000 millones de euros entre transferencias y créditos. Según Andrés Ortega, analista del Real Instituto Elcano, se han de dedicar esencialmente a la transformación de las economías, con especial atención en políticas climáticas y de digitalización que, a medio plazo, deben ser políticas de transformación, que en el modelo europeo se basa en proyectos empresariales para transformar la economía pero no el modelo económico.

Erika González, del Observatorio OMAL, advierte que hay elementos que se han ido conociendo y plantean hacia quién se van a dirigir la mayor parte de estos fondos, que no son otros que las grandes empresas en proyectos con compromisos climáticos cuyo desarrollo comporta muchos impactos ambientales, como son megafactorías de baterías, hidrógeno, campos para la generación de energía eólica y fotovoltaica.

Son proyectos que demandan una gran cantidad de materias primas y energía en un escenario de agotamiento de estas materias, desencadenando la ampliación de la frontera extractiva, buscando nuevos territorios para extraer más materia para poder llevarlos a cabo. Esta exploración de nuevos territorios ha sido, presuntamente, la causa de la transmisión de algunos virus a los humanos como el SARS-COV 2 causante de la covid-19.

Además, se prevé que muchos de los actuales empleos desaparezcan y surjan otros relacionados con las nuevas tecnologías.

Uno de los pasos a llevar a cabo para la transición ecológica es la transición energética con instalaciones, como ya es sabido, fotovoltaicas que pongo como ejemplo, sin profundizar en ello por la abundante información sobre las consecuencias. Los datos que maneja el Ministerio de Industria sobre la generación de residuos de estas instalaciones serán 100.000 toneladas (Tn) para el 2033 y para 2040 unas 180.000 Tn, teniendo en cuenta la vida media de una placa solar de 25 años.

De estos residuos, un 11 % no son recuperables (polímeros) y por tanto irán derivados a vertederos, es decir, 11.000 Tn en 2033 y 19.800 Tn en 2040, cuando se tiende a ir al ‘residuo cero’ a vertedero con la economía circular. Mientras, los recuperables son el 88 % de la placa, 75 % de vidrio, 12 % de metales y un 2 % de plásticos.

Además, no hay que menospreciar el consumo de agua, visto el gran número de instalaciones que esperan su aprobación. Una instalación media consume a lo largo de su vida útil alrededor de 3.300 litros, desde su fabricación a su final, pasando por su mantenimiento.

Estos fondos Next Generation UE, debido al fuerte endeudamiento nacional, conllevarán, según algunos autores, volver al control del déficit (dependiendo de los resultados de los proyectos financiados) y, el consecuencia, a nuevos recortes, incluidos la protección social y dependencia e incluso la sanidad, como los vividos en la postcrisis del 2008.

Es, por tanto, un reto para la sociedad ser imaginativo e innovador, claro está, con respaldo institucional, para investigar en proyectos de recuperación de residuos tecnológicos para que no lleguen a la cadena trófica sus componentes, muchos de ellos peligrosos e intentar no volver a tiempos pasados. Tenemos el reto de la imaginación para que la transición ecológica no desemboque en una crisis social.