Los comercios de los barrios se convierten diariamente en espacios de tertulia, sin necesidad de focos, platós de televisión ni invitados especialistas en determinadas temáticas. Se abordan temas de actualidad local, nacional e internacional, y cuando tienen que ver con las noticias del barrio, los debates son más álgidos y se logra una mayor participación.

En los últimos días, las tertulias que se dan entre los puestos de frutas y verduras, peluquerías o la cola para comprar el pan en el barrio de Orriols, se han dedicado a comentar la noticia de una riña callejera en la que se han visto implicados jóvenes de diferentes nacionalidades. En las redes sociales, los grupos de extrema derecha que hacen presencia en el barrio y que buscan caldear el ambiente con sus discursos racistas y xenófobos, desconociendo la larga historia de convivencia intercultural que se ha construido en el día a día y con el apoyo de organizaciones y asociaciones de barrio, han lanzado mensajes en los que se relaciona delincuencia con inmigración y plantean como una única solución la deportación, echar por la puerta de atrás a todo aquel que es diferente ya que se presupone que son ‘ilegales’ y están desposeídos de su condición de seres humanos y por lo tanto no tienen derechos.

La mayoría de mis vecinas y vecinos tertulianos se enteraron de los sucesos porque alguien les envío por WhatsApp los vídeos que algunos medios publicaron o escucharon en la radio la noticia de menos de un minuto; pocas presenciaron los hechos, pero la noticia corrió como pólvora. Con algo o mucha información, pero todas partiendo de un elemento común que es habitar y construir este territorio denominado barrio, se han generado debates interesantes que ojalá transcendieran la esfera de la vida doméstica y llegaran a algunos despachos, a los lugares en los que se toman decisiones que se suponen contribuyen a mejorar la calidad de vida de las personas.

Algunas se preguntan si la noticia habría llamado tanto la atención si en el titular se omitiera el origen de las personas implicadas o si la riña se hubiese dado en otro barrio, porque, claro, Orriols tiene su historia y como la mayoría de barrios populares está atravesada por la pobreza, marginalidad y exclusión social a la que se condena a vivir a sus habitantes. Otros coinciden en que el barrio sólo interesa cuando se dan este tipo de sucesos, que cuesta mucho que algún medio o la ciudadanía en general se interese por la información relacionada con las actividades culturales, procesos e iniciativas comunitarias que tienen como objetivo fortalecer los lazos y el tejido social.

Y vuelven a surgir los comentarios sobre la historia del barrio, sus orígenes en la década de los 60 cuando se inicia el proceso de industrialización y emigración hacia los núcleos urbanos, en la que la construcción de la ciudad se dejó en las manos de los promotores privados que construyeron viviendas, y más viviendas, sin ningún tipo de planificación; razón por la cual no se cuenta con las suficientes zonas verdes, infraestructuras y servicios. Estas carencias encabezan el largo listado de demandas que la ciudadanía le viene presentando, década tras década, a la Administración; algunas han sido atendidas y otras son tarea pendiente. Porque no toda época pasada fue mejor.

Intencionalmente, cambiando de comercio, como si quisiera cambiar de canal para escuchar a otros tertulianos, me encuentro con los ‘nuevos vecinos y vecinas’, aquellas personas que vienen, venimos de muy lejos, los de afuera. Entre diálogos cruzados comentan que las actitudes incívicas les molestan y están cansados de tener que demostrar que su comportamiento es impecable, de estar sometidos todos los días a la aprobación; una dice que es como si tuviese que portar un certificado invisible de vecina ejemplar.

En medio de las conversaciones surgen posibles soluciones. Unos exigen más presencia policial (como si no fuera suficiente la que ya tenemos), acciones pedagógicas encaminadas a cambiar algunos comportamientos que no contribuyen a la convivencia, y otras apuntan a la necesidad de ir a la raíz y sugieren que es necesario la puesta en marcha de un plan de políticas sociales que resuelvan los problemas que hacen parte de la historia del barrio, porque se está exponiendo a las personas al sacrificio de ser pobres en lugares donde la eliminación de la pobreza se sigue dando no por la vía de la inclusión social y económica, sino por la vía de la invisibilización de sus demandas o con respuesta esporádicas cuando el ruido genera malestar en algunos despachos.