Dos acontecimientos relacionados con el ‘president’ de la Generalitat han tenido lugar en las últimas semanas: su conferencia en Madrid sobre la vertebración de España y el avance que ha anticipado sobre la dirección que seguirá el PSPV-PSOE a partir de su próximo congreso. Ambos forman parte de una metamorfosis que emplaza al Estado autonómico, de una parte, y al primer partido de la Comunitat Valenciana, de otro. En este artículo nos ceñiremos a la primera: la reorientación del marco territorial y político que trajo consigo la Constitución y su desarrollo estatutario. Un cambio de rumbo que busca remediar las patologías de las Españas desde la tercera de ellas: la que construye puentes, cosiendo desgarros y salvando atropellos.

El tejido constitucional acariciaba la pretensión de una España de convivencia que, como tal, debía tratar distinto a lo que en origen ya era diferente, manteniendo la igualdad básica de los ciudadanos. La pretensión del ‘café para todos’ y la angustia por calmar las ansiedades militares que cristalizó en la Loapa, se revelaron erróneas y han experimentado importantes modificaciones durante las pasadas décadas. Ello no ha impedido que quedaran tramos irresueltos cuya calzada se ha agrietado a medida que se consolidaban y dispersaban las minorías parlamentarias, la utilización de los gobiernos autonómicos y del Gobierno central como arietes destinados al desgaste mutuo, la confusión incestuosa entre las administraciones del Madrid local, autonómico y estatal y, desde los rescoldos de las nostalgias, amparadas por un gran bloque mediático, la siembra de la recentralización, la recuperación de aquel apolillado imaginario en el que la pluralidad de los pueblos de España se sustanciaba con la celebración de eventos folclóricos de coros y danzantes exhibiendo sus particulares atavíos.

Aunque al moderador de la conferencia impartida por el ‘president’ de la Generalitat le desconcertaran más sus referencias a Madrid que el resto de sus propuestas -un detalle de cómo se responde en la capital a lo que se supone que es un Estado compuesto-, la exposición de las diversas articulaciones dolientes, existentes en el espacio español, finalmente superaron ese eterno torneo entre Madrid y Cataluña como única patología merecida de reconocimiento, diagnóstico y tratamiento.

La demostración de que los problemas territoriales de este país son plurales y se encuentran distribuidos constituye un gran acierto, por más que se tratara de una primera semilla pedagógica. Nunca es suficiente el esfuerzo necesario para explicar la España plural a quienes están especialmente obligados a conocerla por su atávica pretensión de ser los mejores en la iluminación del futuro de España. Ahora, dispondrán de ocasión para demostrar si están atentos a la España real y compleja, a la España del talento distribuido, a la que obtiene oídos sordos salvo cuando está de duelo colectivo, o si continúan aferrados al monolitismo de la pereza pensante, del interés ambicionado y del narcisismo como espoleta comunicativa. Y también ahora, más allá de Madrid, se podrá verificar si la reivindicación de la España despoblada se inserta en el espectro completo de las espinas territoriales existentes, junto a la España infrafinanciada, o bien forma parte de una línea defensiva destinada a conservar ese interés cerrado en sí mismo, desconectado del bien general, que en cada ocasión busca una causa emocional para proyectar hacia otros territorios la sombra de su propia insolidaridad.

La nueva visión de España planteada en Madrid por el ‘president’ de la Generalitat merece ahora un prolijo ejercicio de continuidad, con la Comunitat Valenciana como pilar activo y ecuánime. La ‘tercera España’ necesita asentarse y recrecer ante los beneficiados por el actual sistema de desequilibrios y confrontaciones que tanto contribuyen a la reproducción de las desigualdades al desprestigio de las instituciones públicas y de sus responsables y a la siembra en la ciudadanía de la inclinación hacia el hastío, cuando no hacia la revancha. Se trata de un camino de largo recorrido, con el conjunto más amplio posible de comunidades autónomas creando un vínculo de ideas, pactos y políticas compartidas para demostrar que la ‘tercera España’ es la mejor de las Españas convivientes y un avance frente al pesimismo orteguiano.