Caos y descontrol en el aeropuerto de Kabul y, mientras, los talibanes se apoderan del palacio presidencial y toman las calles a sus anchas. El terror hace que, durante los últimos días, hayamos visto imágenes de personas desesperadas que quedarán por mucho tiempo en nuestra retina.

Empezamos a ver cambios muy significativos en Afganistán, el burka empieza a imponerse. Y yo me pregunto: ¿volverán las mujeres a la casilla de salida en su lucha por la igualdad y participación de la vida pública? ¿Podrán ir, a partir de los ocho años, las niñas a las escuelas? ¿Tendrán que ir acompañadas las mujeres de un varón? ¿Volverán, como en 1996, a ser azotadas por incumplir estas normas?

En Afganistán se vive un drama democrático desde el punto de vista político y social. El poder fanático, que impone su legitimidad por las armas, no es compatible con la libertad. Como mujer y como política, toda mi solidaridad con las mujeres afganas.

Yo cada día puedo decidir ponerme mis tacones, usar mis cosméticos, pintarme las uñas, vestirme como quiera, perfumarme y reír a carcajadas; puedo coger un taxi yo sola o acudir a profesionales sanitarios, sin importarme si son hombre o mujer. Todas estas acciones, tan cotidianas en mi vida, pueden ser vetadas a las mujeres en Afganistán.

No podemos consentir dar un paso atrás en los derechos y libertades. La igualdad y la dignidad son derechos irrenunciables que ni se deben burlar, ni pisotear y, ni mucho menos, anular. Es intolerable. Esta crisis no puede terminar con un olvido cómplice y cobarde.

Me viene a la memoria la mediática recepción que, hace más de tres años, hacía el Gobierno valenciano a los migrantes rescatados por el buque Aquarius. Y hoy, ¿dónde están esas personas? ¿Qué presente y futuro les espera? La cruda realidad es que, tras haber rechazado el Gobierno la solicitud de asilo tramitada por el 94 % de estas personas rescatadas, la mayoría ha quedado en situación de irregularidad en nuestro país. Por eso me molestan quienes se quedan simplemente en la foto y el titular del momento.

Que no se repitan los errores del pasado. Este es un tema muy serio y no nos podemos quedar impasibles ni con los brazos cruzados y, desde luego, los tuits solo no bastan.

Como mujer, he tenido la suerte de nacer y crecer en España, un buen país para ser mujer. Es necesario poner en marcha ya un corredor humanitario extraordinario para mujeres, niños y protección para los afganos que huyan de la persecución talibán.

Y nosotras, alcemos la voz, digamos basta ya, empoderémonos y hagamos saber a todas las mujeres de Afganistán que no están solas.