La filosofía nietzscheana nos recuerda que los conceptos, amén de significados vacíos, sufren un desgaste continuo. Referirse hoy a

«derechos laborales» despierta bostezos entre la ciudadanía más progresista para disfrute de la conservadora, aquella que históricamente explota, oprime y comercia con el precariado. Los conceptos se entienden mejor con ejemplos cotidianos, preocupándonos más su realidad material que las definiciones metafísicas. Las condiciones materiales del trabajo ya no interesan porque el oprimido explota a otros oprimidos. Todo el mundo es clase media. ¡Pregunten a sus amistades! Así se define gente que gana mensualmente 2.000 euros o más. Un matrimonio que ingrese 4.000 euros cada mes se considera formalmente clase media, asunto de poca trascendencia —su conciencia subjetiva— a nuestro entender. El interés radica en su forma de relacionarse con el mundo, en su proyecto de vida.

Las vacaciones reflejan perfectamente este tipo de paradojas. Uno se adscribe a la clase media buscándose un hotelito en Benidorm o París. Ya si acaso la ostentación se deja para José Luis Moreno y personalidades excéntricas. Pero, ¿cuáles son las condiciones laborales del personal que trabaja en ese hotel? Si no fuera por las kellys (las que limpian, camareras de piso) raramente caeríamos en la cuenta de los ignominiosos contratos de su jornada laboral. Por si pareciera poco, esa clase media ‘discreta’ y ‘humilde’ marranea como la clase alta, ensuciando las habitaciones inenarrablemente. Así que las kellys se han organizado para difundir imágenes dantescas de pocilgas en hoteles de cinco estrellas, disfrutados por esa ciudadanía de clase media o alta indiferente a la explotación laboral. Contribuyen con su mierda a la deyección mundial. Y esto a su vez acelera el colapso planetario, otra consecuencia del cambio climático.

Esas kellys revolucionarias están publicando listados de hoteles que cumplen con las condiciones laborales mínimas para una persona trabajadora. La información es poder y desde ahora hospedarse en ciertas cadenas hoteleras o en determinados lugares nos convertirá directamente en cómplices de la explotación de las mujeres. Digo mujeres por la ausencia de varones kellys. El capital las oprime y explota más que a nosotros, hermanos. Así que disculpe esta perorata en época estival, muy dada a la desconexión. Mi propósito no es otro que aplaudir a las kellys, un ejemplo para esa clase acomodaticia que somos la mayoría. Se puede forjar una revolución y ése es el camino.

¡Adelante, camaradas!