Ucrania Kaput, así titulé un artículo en 2014 tras estar en el Maidan, para describir, textualmente, que Ucrania “es un país dividido y así lo cree el 73% de su población”, que “el separatismo avanza tras el Maidan”, y que era “un país construido artificialmente” cuyas regiones surorientales “nunca fueron pro-occidentales”. No sin añadir que “la Ucrania que quede tras esta contienda podría sobrevivir asociada a la UE teniendo en cuenta que se está desprendiendo de las zonas más industriales”. Y lo sigo suscribiendo a pesar del insólito ataque ruso al país, que vamos hacia un escenario de partición. Inicialmente algunos sosteníamos que a lo sumo Rusia podía hacerse con el sureste del país, su zona de influencia, y que Ucrania podría quedar reducida al oeste (cuya población es pro-occidental). Pero los inesperados ataques masivos y desde el norte, con la capital como objetivo, amplían este margen.

Sigo sosteniendo, como me publicó en una entrevista este periódico el domingo pasado, que es inviable que Rusia se haga con la totalidad del país, pero sí con la parte suroriental, aunque no contemplaba Kiev. Tampoco que Rusia lanzara ataques simultáneos por todo el país, en este caso aéreos. Y aunque los terrestres se mantienen en la zona suroriental y norte, de momento no se están dando en la parte oeste que esta más fuera de su órbita. Siempre he creído que las operaciones se limitarían a su zona de influencia, aunque sin llegar a Kiev, y esto, junto con los ataques generalizados, es lo que marca el inicio de una nueva época en las guerras del siglo XXI. Desde los Balcanes el contienen europeo dejó de tener guerras convencionales, habíamos inaugurado el siglo XXI convencidos de que las nuevas guerras eran asimétricas, las predominantes hasta ahora. De hecho, con los países exsoviéticos que dejaron de ser prorrusos, Putin se mantenía en un esquema repetitivo de atacar franjas regionales adheridas a sus fronteras, pero nunca lo había intentado con el país entero y apuntando a la capital para derrocar a su gobierno. Lo ocurrido nos ha roto los esquemas con que analizábamos las guerras propias de este siglo y nos obliga a revisar el auge del autoritarismo de Estado. Esto no es tanto una vuelta a la guerra clásica, lo que está en juego con lo que acontece estos días en Ucrania es el avance de las autocracias a la par que la democracia liberal retrocede en el mundo.

Urge una alianza internacional por la democracia que elabore estrategias y compromisos contra los autoritarismos expansivos, pero que les corte las alas tanto en Europa como en otros escenarios, como en Siria o Libia, donde ya hace rato que está sustituyendo a la comunidad internacional. Y en ese sentido no me parece descabellado que se proponga expulsar a Rusia del Consejo de Seguridad de las NNUU, pues su influencia lleva tiempo obstaculizando las transiciones libia y siria, impidiendo el establecimiento de misiones de mantenimiento de la paz, a la par que manda a sus cascos blancos o se deja operar al grupo Wagner, marginando el papel de las NNUU en el mundo. Rusia bloquea permanentemente las respuestas de la ONU a muchas crisis y la está volviendo cada vez más inoperante. Las tradicionales retóricas de condena y las sanciones no van a salvar al mundo del acoso a las democracias. Por eso hay que plantearse aislar a Rusia no solo económicamente, también en la esfera política, e incluso desconocer al gobierno ruso y dar un mayor apoyo a los grupos prodemocráticos del país. Lo único positivo de esto es que la sociedad rusa se empieza a rebelar contra Putin.

Y urge también que la UE se decida por fin a montar su propia arquitectura de defensa, más tras la reciente amenaza rusa a Suecia y Finlandia. O nos damos prisa haciendo cambios necesarios o la sabia advertencia de Zelenski podría cumplirse, los próximos seremos nosotros. Podría ser a través del Báltico y su influencia en el estrecho de Kaliningrado. Con esta nueva situación la UE se va a ver obligada a revisar su modelo de seguridad europea, que se defienda de un peligroso vecino autoritario-expansionista, cosa que no estaba en su agenda.

La CPI tiene jurisdicción en Ucrania y hay bombardeos sobre zonas residenciales, Rusia ya no puede quedar al margen de la aplicación de la legalidad internacional porque es un país poderoso. Si seguimos sin toserle cuando se excede, la advertencia de Zelenski se hará realidad. O nos coaligamos por la defensa de la democracia en el mundo, contra los autoritarismos de Estado expansionistas que nos asedian, o la democracia liberal quedará reducida al atlántico norte y poco más.

Macron nos acaba de advertir que esto durará, y todas las miradas se ponen en cómo se va a disparar la inflación y afectará a nuestras economías. Pero el peligro de que esto se alargue puede hacer estallar revueltas en países importadores del grano y otras materias primas, como de oriente medio y norteafricanos. Y no solo eso, puede degenerar en un efecto contagio en la región, se habla de tropas caucásicas combatiendo en Ucrania, de que Azerbayán está buscando un casus belli con los armenios residentes en Artsakh. Lo mejor que se puede hacer ahora mismo para que esto no vaya a más es sentarse a negociar el inevitable reparto de Ucrania.