Y ahora qué? Esta es la pregunta que surge una vez decae uno de los símbolos de la pandemia, el uso de la mascarilla ha pasado de obligatorio a una categoría inferior, aconsejable. Sin duda, esto marca un tiempo nuevo, además, los datos de impacto en el sistema sanitario otorgan un cierto margen para la esperanza. En un momento en el que la antigua normalidad ha vuelto a las calles, y con la confianza de estar en el final de una pesadilla, las dudas que surgen tienen que ver con la forma de afrontar el futuro, y de manera especial lo que les espera a todos aquellos que han sufrido con mayor intensidad la virulencia de la epidemia.

Según la RAE, el término inopia significa pobreza, indigencia, sin duda, una de las zonas en las que se ha cebado la pandemia haciendo más daño que en el resto de la población. Todavía no existen informes concluyentes acerca del impacto que han tenido estos dos años en el conjunto de la sociedad, pero sí sabemos que, al inicio de la COVID, 12 millones de españoles se encontraban en situación de exclusión social, de los cuales nada menos que 4,5 millones vivían en situación de pobreza severa. Precisamente estos seres humanos han sido los que peor han sobrellevado la dureza la pandemia, o al menos así lo reflejan todas las estimaciones que se han venido realizando.

Ahora conocemos de la existencia de fondos encaminados a paliar las consecuencias, pero, algunos, tenemos la impresión de que nos pillan sin tener los deberes hechos, porque todavía no estamos en condiciones de saber, con detalle, cómo ha afectado y cuánto al conjunto de personas pobres que viven en nuestro país. Además, tampoco tenemos claro cuáles deben ser las medidas encaminadas a prestar apoyo a todos aquellos que se han visto arrastrados hacia una zona de vulnerabilidad.

Este estado de la cuestión nos sitúa frente a una realidad: tenemos dinero, mucho dinero, pero da la impresión de estar haciendo algo muy parecido a poner los carros antes que los bueyes, o lo que es lo mismo situarnos en el escenario que tan bien definía una frase prácticamente en desuso que venía a calificar la ignorancia absoluta. Muchos comenzamos a pensar que estamos en la inopia y no existen políticas claras para actuar de manera equitativa y redistributiva.