La declaración pronunciada por el ministro francés Robert Schuman el 9 de mayo de 1950, dirigida a las democracias europeas en los primeros años de recuperación tras la mayor de las guerras mundiales,– la misma declaración que motiva la fecha de celebración del Día de Europa como la fiesta de la paz y de la unidad del continente,– contiene cuatro menciones a la paz.

La primera, es una condición sine qua non: «la paz mundial no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos creadores equiparables a los peligros que la amenazan».

La segunda, que el objetivo esencial de defender una Europa unida es «servir a la paz».

La tercera, que los frutos de la unidad europea han de compartirse también con países extracomunitarios para «contribuir al aumento del nivel de vida y al progreso de las obras de paz».

La cuarta, que para la preservación de la paz es «indispensable» una integración supranacional a la que el original refiere como «federación europea».

En resumidas cuentas: aquella fundamental nunca ha dejado de estar en peligro –sea latente o patente, interno o exterior; para preservarla, hemos de responder a las amenazas, seguir creando un nuevo nivel de comunidad y ayudar al bienestar de nuestro entorno geográfico desfavorecido. Una fórmula ésta bastante más sesuda que el reduccionista «no a la guerra» de nuestros días.

Si nos damos cuenta, las cuatro menciones de Schuman a la paz son aspectos de un concepto superior que no define, en tanto nos habla de paz como modo, paz como servicio, paz como obra y paz como estado. Afortunadamente, podemos inspirarnos en referencias adicionales.

Para María Zambrano, «la paz es mucho más que una toma de postura… es una auténtica revolución, un modo de vivir, un modo de habitar el planeta, un modo de ser persona».

El Instituto 9 de Mayo tiene por lema que «Europa no es un lugar, sino una idea». Pues bien: Europa es la idea de paz (cuyo presupuesto es la libertad). Pero la paz no es statu quo, no es una actitud pasiva, ni tampoco equidistante, como no lo es la mera pacificación. La paz es una revolución. Y no hay revolución sin armas adecuadas.