Los padres de una joven en educación secundaria obligatoria -ESO- van a ser juzgados porque a su hija no le da la gana ir a clase. Nuestra legislación actual establece que el absentismo escolar es un delito imputable a los padres como abandono de familia y dejación de sus deberes como progenitores. Pueden ser condenados a penas de prisión y perder la patria potestad. Ahora bien, gracias a la ley que impulsa la ministra de Igualdad, Irene Montero, esos mismos padres no tienen nada que decir si su hija decide abortar. 

El Instituto Valenciano de la Juventud, IVAJ, dependiente de la vicepresidenta de políticas inclusivas, Mónica Oltra, ha lanzado una campaña informativa para practicar Chemsex (práctica de sexo combinada con drogas consideradas muy dañinas), de forma «segura y fiable», indicando que se debe asegurar la pureza de la substancia como mejor forma de «controlar». Intentar hacer compatible drogas y control es una aberración no vista hasta hoy.

Los políticos de Más País proponen que se regule el uso del cannabis, incluido su uso «lúdico». Y presentan ciertos informes que avalan la medida, como el que asegura que daría trabajo a cien mil personas. Otros políticos próximos a estas tesis lo consideran ideal para acabar con la España vaciada.

¿De verdad con este tipo de iniciativas estamos contribuyendo a formar una juventud mejor, como dicen sus promotores?

Un paseo por algunos barrios de Valencia y de sus centros educativos debería ser obligado para estos dirigentes. Comprobarían así los efectos que el cannabis produce en cuerpos y mentes aún por desarrollarse, como los brotes psicóticos que tristemente se ven cada vez con más frecuencia en las urgencias hospitalarias.

La senda para crear jóvenes que sean capaces de tomar decisiones parece que va por derroteros llenos de carga política, apartando aquellos de carácter pedagógico. Y hay que decirlo: es de una gran irresponsabilidad hacer experimentos con personas en pleno desarrollo madurativo y cognitivo. Más de un experto, con años de lucha en combatir las adicciones de nuestra juventud, se está rasgando las vestiduras.

El éxito de la educación depende de una familia protegida en todos sus puntos cardinales, con unos mínimos de bienestar y de afecto, y de una escuela centrada en crear buenos ciudadanos y en fomentar las potencialidades de cada individuo. Para lograr ambos objetivos sobra ideología y debates políticos superfluos sobre la escuela concertada, ratios de lengua en las aulas, asignaturas prescindibles… y se echa en falta más profesionalidad de aquellos que hoy ostentan la responsabilidad de las políticas educativas y sociales.